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Espacio: Personificar

Eso fue lo que hizo su dueña cuando encontró esta casa hace siete años. Poco a poco y con dedicación dio nueva vida a este espacio, que renació en su propia forma  y estilo gracias a la llegada de sus nuevos habitantes.

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Un hallazgo.

Cuando la encontraron estaba deshabitada hacía bastante tiempo y no había nada en el exterior, pero tenía un potencial prometedor. Y así fue,  luego de un arduo proceso de restauración, que implicó completa redistribución de los espacios, se dio vida a esta 'nueva' casa hecha a la medida de sus dueños, junto a una decoración que funde estilos, a través de la madera y elementos antiguos como herencias y regalos de familiares. Se botaron muros, ampliaron habitaciones y agrandaron ventanas para dejar entrar la luz natural y abrirse al paisaje y al rico entorno que se da en la zona de Pedro Valdivia Norte. Barrio que nació del loteo de la antigua chacra de Lo Contador, que se ubica entre Lo Saldes y el barrio Bellavista, y que hoy se ha transformado en un atractivo sector residencial. "Me gusta la dualidad que tiene su emplazamiento, es muy central, bien conectado, a pasos de Providencia, pero es a la vez un núcleo residencial, con vida de barrio y comercio local", explica su dueña.

La cercanía con el Parque de las Esculturas, y el Cerro San Cristóbal, es un privilegio que invita a pasear y a hacer deporte en un entorno conectado con la naturaleza.


La cocina

fue remodelada, se abrió hacia el comedor incorporándola, porque a la dueña le gusta invitar a amigos y cocinar en un ambiente integrado. Las teselas (mosaicos) de vidrio veneciano entregan luminosidad y se complementan con elementos de acero inoxidable y madera. Proporcionan utilidad y al mismo tiempo crean un espacio acogedor. El piso es de cerámicas Córdova.

Las sillas

fueron heredadas y tapizadas con seda rústica bordada a mano. A la derecha obras de José Benmayore Ignacio Gumucio, y cuatro acuarelas de William Catton, su tatarabuelo, visten este espacio luminoso. La muñeca sobre la mesa lateral, de la artista Francisca Benedetti, es una lámpara vela.

En el exterior

de la casa no había nada, y para aprovechar ese espacio instalaron un deck de madera y plantaron helechos y árboles del sur de Chile como canelos y arrayanes. Hoy es un espacio revitalizado y un lugar agradable para estar en contacto con la naturaleza.

Se funden estilos

a través de objetos de distintos orígenes.

La cómoda de raíz de nogal es una herencia de su abuela. Sobre ella contrastan cuatro ánforas mapuches y el espejo, que fue traído de un viaje por las Misiones Jesuitas en La Chiquitaní, Bolivia. Es artesanía en madera con herencia barroca.

Cuando compraron la casa adquirieron también este viejo piano. La casa fue construida en los años 50 y hoy en su interior también se han incorporado muebles inspirados en esa década, pero complementados con otros más antiguos y también contemporáneos. El cuadro es un retrato de la dueña, pintado por el artista Salvador Amenábar.

La decoración se fue dando de a poco, con muebles heredados otros adquiridos en ferias. La mesa del comedor es un diseño del italiano Enzo Mari, uno de los más destacados diseñadores del siglo XX. Sobre ella, lámpara Tolomeo, de M. de Lucchi y G. Fassina. Todo este conjunto, que funde interesantes piezas de diseño, entrega igualmente austeridad y simpleza al espacio. El tapiz sobre la pared es de Gabriela Zegers.

Originalmente

la casa tenía seis dormitorios,  pero se botaron los muros y ampliaron los espacios, dejando finalmente tres dormitorios y una sala de juegos.


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