"Vivimos hace cinco meses acá, y escogimos Providencia porque reunía todo lo que queríamos como barrio. Llegar caminando a la pega, a la universidad, además de estar central con respecto adonde vivían nuestros amigos y no tan lejos de nuestras familias”, comenta Pablo, sentado en la cocina de su departamento de 95 m2.

Con una intensidad que no disimula, cuenta también que tuvieron la suerte de que la dueña dejara en sus manos los cambios que se le harían al lugar y que él mismo ha participado en las decisiones de cada espacio. “Todo está armado con cosas que hemos ido juntando de a poco. En vez de tener una copia barata de algún mueble preferimos construirlo nosotros, con detalles que los van haciendo únicos; hemos armado pequeñas colecciones de todo lo que nos gusta. Somos bien artesanales y la mesa de centro y el sillón son ejemplos de eso”, cuenta el arquitecto, para luego sumar, “hemos escogido desde los pisos hasta las molduras en los cielos”.

La dupla es buena, se nota. Las combinaciones son entretenidas y al final cada lugar tiene ‘algo’. Una firma que se ha armado con múltiples paseos por Franklin durante los fines de semanas, más algunos viajes. “La gracia está en no haber armado los espacios de una sola vez para terminar la casa, sino que los hemos ido armando de a poco con cosas que han ido saliendo y que hemos ido encontrando y arreglando, pasando por todo el proceso de diseño como dibujarlo, conseguirse los materiales, mandar a fabricarlo y después armarlo”, dice Pablo.