Mirada Insular
Sobre palafitos y como una pequeña aldea de madera posada bajo la lluvia se concibió este nuevo hotel en Chiloé, proyectado por el arquitecto Edward Rojas sobre un paisaje de lomajes y naturaleza virgen en el sector de Quilquico, una localidad a pocos kilómetros de la ciudad de Castro.


Chiloé es sinónimo de archipiélago, fiordos y canales, de iglesias patrimoniales, de mitos y leyendas, de paisaje austral, especies nativas y, por supuesto, de sus conocidos palafitos. Características que se topan cuando nos mencionan esta enorme isla de más de 9 mil km² ubicada en la Región de Los Lagos.
Tomando en cuenta lo anterior, un grupo de amigos relacionados con el mundo del turismo levantó el Hotel Parque Quilquico, a 16 km de la capital de Chiloé, Castro, y dentro del pueblo que lleva este mismo nombre, empinado sobre una meseta ganadera frente a la península de Rilán. "Chiloé cautiva naturalmente a extranjeros y chilenos que encuentran aquí lugares tranquilos, con paisajes vírgenes y una cultura riquísima", cuenta Arturo Pérez, uno de los socios.
Su arquitectura, encargada al arquitecto local Edward Rojas, se inspira en los palafitos de la isla, en sus coloridos, materiales y en esa forma de vivir en una aldea sobre el mar.
Los volúmenes que conforman la arquitectura de este hotel están conectados entre sí por una larga galería y escaleras vidriadas, que permiten participar de la lluvia en invierno y proteger del calor en verano.
"Esta obra se funda en la genética de la arquitectura tradicional y popular chilota, una arquitectura viva, de lugar, que con el tiempo logra transformaciones, se envejece adquiriendo pátinas naturales mediante líquenes y musgos", cuenta Edward Rojas.

Una construcción que, según el arquitecto, tuvo la ventaja de permitir que el terreno no se interviniera mediante cortes sobre él; por el contrario, este tipo de arquitectura se pudo posar levemente sobre el lugar amoldándose a la realidad topográfica.
"Por ser un hotel de naturaleza ubicado en un espacio bastante rural y campesino me lo imaginé como un pueblito, una aldea de palafitos en distintos volúmenes, que se va desgranando por la ladera y constituyendo el carácter del edificio", explica el arquitecto.
Para construir este hotel de 21 habitaciones solo se pensó en mano de obra local y los materiales típicos de la zona, como tejuela de alerce reciclada, metal esmaltado y madera de árboles como laurel y ciprés de las Guaitecas, logrando así un perfecto collage que habla de la arquitectura propia del lugar.
El interior siguió la misma línea. Aquí solamente predominan materiales nobles, por ende, se puede presenciar toda clase de texturas, olores y colores, dados por la presencia de lana de oveja, fibras vegetales y madera, tanto pulida como rústica, poniendo también en valor la artesanía propia de Chiloé.
De la mano con el entorno
Tanto los dueños de este hotel como los arquitectos coincidieron en que una mentalidad sustentable tiene que tomar como referente la arquitectura del lugar, es decir, no ir contra la tradición. Parque Quilquico, en ese sentido, se concibió bajo esta premisa porque, junto con respetar el lugar y tomar los elementos propios para su construcción, también tomó elementos ecológicos en pos de un ahorro energético.

"Aquí lo que se tiene que generar es calor interior, para esto, el volumen se planteó con grandes ventanales hacia el norte captando toda la energía del sol, y hacia el sur con ventanas más pequeñas. La calefacción es a través de pellets en base a material reciclado, todos los vidrios son termopanel y tanto pisos como paredes mantienen una buena calidad de aislación", explica el arquitecto.
Otro aspecto sustentable está en las cubiertas vegetales de los techos que, junto con cumplir un rol decorativo, resuelven muy bien el tema de aislamiento y, como concluye Edward Rojas metafóricamente, "devuelven a la tierra lo que la propia construcción arrancó del suelo".
Web:
hotelparquequilquico.cl
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