Prácticamente todos los motores de diversas marcas lo tienen incorporado, pero pocos saben su verdadera razón de existencia. Las tapas de plástico que cubren al motor bajo el capó, no solo tienen un fin estético para dar una imagen más limpia del vehículo, sino que también se justifican por una curiosa finalidad.

La cubierta está presente en todos los tipos de motores, desde un V12 hasta un V8, tapando todas las conexiones y el alma de los automóviles, mostrando solamente una lisa, oscura y prolija capa. Sin embargo, la principal función del dispositivo es responder como aislante acústico del motor con el objetivo de disminuir el ruido que pueda ocasionarse al interior del vehículo.

Las consecuencias de esta tapa no son las mejores, el hecho de cubrir el motor le resta respiración al sistema, aunque exista una refrigeración optimizada. No existe un flujo de aire correcto para un propulsor que puede llegar a alcanzar 100 grados de temperatura. Además, la tapa le agrega peso extra al auto, que aunque sea mínimo, es un elemento que resta ante el objetivo de hacer cada vez más ligero el vehículo.

Los riesgos de romperse también son altos, las vibraciones del motor pueden soltar tornillos que provoquen ruidos molestos que sacarán de casillas a cualquier conductor. Por otro lado, una tapa que cubre el verdadero corazón del auto imposibilita tener un control más exhaustivo por si existe alguna pérdida de líquido o algún componente que requiere asistencia inmediata.

Por ejemplo, este Subaru BRZ, a pesar de tener componentes de plástico, deja ver el motor al desnudo y podemos identificar sus partes.

Con una cubierta, tampoco podríamos ver los V6 transversales de un Alfa Romeo 147 GTA.

La tapa de plástico es un arma de doble filo que es cada vez más común entre los autos modernos, pero depende de nosotros controlar las condiciones del motor.