
Los nuevos locatarios que apostaron por la “zona cero”
A solo pasos de lo que fue el epicentro del estallido social, mientras varios abandonaron el lugar, otros emprendedores decidieron levantar cortinas. Cafés, librerías y espacios artísticos apuntan a la revitalización.
El reloj marca las 19.34. Es un miércoles de octubre de 2025 y el centro de Santiago bulle otra vez, aunque muy distinto a lo vivido en 2019. En la numeración 115-117 de la Alameda, a pasos de la ex Plaza Italia, grupos de amigos y parejas entran al Café Odisea para escapar del calor o descansar después de clases. Desde la vereda, el local luce toldos verde oscuro con letras blancas, y una fachada de aire parisino. Adentro, el aroma a café se mezcla con el de los libros: el salón principal conecta directamente con la librería del mismo nombre, donde los clientes hojean títulos mientras esperan sus pedidos.
Inaugurado en agosto, el proyecto forma parte de una nueva camada de espacios que se han atrevido a instalarse en la arteria principal de la capital, un sector duramente golpeado por las manifestaciones del estallido social de hace seis años.
Café Odisea nació a partir de una licitación del Colegio de Arquitectos. La propuesta fue adjudicada a una cooperativa de libreros y editores, también llamada Odisea, que desde hace tres años importa libros difíciles de encontrar en Chile. “Apostar por este lugar es una forma de revitalizarlo”, explica Cristián Figueroa, uno de sus fundadores. “Somos parte de los procesos de cambio, y nos gusta la idea de ser parte de esta transformación que está ocurriendo aquí, en este espacio de encuentro cultural”.
Y no es menor. La Alameda vive una de sus mayores metamorfosis, impulsada por el gobierno de Santiago y las municipalidades de Providencia, Santiago, Estación Central y Lo Prado. En Plaza Baquedano se construirá un nuevo espacio cívico que conectará los parques Balmaceda y Forestal, junto al monumento “Lucila”, en homenaje a Gabriela Mistral.
Después de seis años del estallido, el panorama en el centro comienza a recomponerse. Las protestas -las violentas- primero, el comercio ambulante y la inseguridad, después, vaciaron calles y locales. Según la consultora GPS Property, entre 2019 y 2024 cerraron cerca de 900 comercios, sobre todo pymes, y los valores de arriendo cayeron hasta un 50%. Pero hoy el movimiento y la vida retornan lentamente.
Desde la Municipalidad de Santiago aseguran que “la comuna se está reactivando y recuperando espacios que estaban tomados para ilícitos”. Han repintado fachadas en la Zona Cero y en barrios como París-Londres, Lastarria, Yungay y San Diego. “Muchos locatarios que se habían ido están volviendo”, dice Leslie Briones, subdirectora de Desarrollo Comunitario. “La Galería de los Músicos, por ejemplo, tiene más de 140 locales nuevamente operativos”, detalla.
A esa revitalización también ha contribuido el auge del turismo urbano. Según la Asociación Gremial de Turismo y Comercio del Centro Histórico de Santiago, el corazón de la capital recibió más de 5,2 millones de visitantes durante 2025, consolidándose como uno de los destinos más concurridos del país. Solo en invierno las búsquedas de alojamiento en Santiago aumentaron 70% respecto del año anterior, impulsadas por las nevadas y la cercanía con los centros de esquí.
Figueroa reconoce que instalarse es una apuesta, pero también un gesto simbólico: “Nos gusta el riesgo bello. Están pasando muchas cosas: teatro, música, ciclovías. Ser parte de esa transformación nos llena de orgullo”.
El flujo de público, asegura, ha sido constante: “Hay horas peak, pero también llega gente en la mañana o al mediodía. La Universidad de Chile nos da vida; venimos del mundo universitario”.
A pocos metros y a un costado del GAM, otro proyecto sigue esa misma lógica. Es la galería Alma de Deejay, un espacio que combina música, arte y contracultura en un pequeño local iluminado con luces de neón y murales de grafiti. En sus muros cuelgan vinilos y los fines de semana el lugar vibra con sesiones de DJ, talleres y ferias de vinilos.
“Queríamos crear un espacio seguro para jóvenes que no pueden comprarse equipos caros o acceder a los grandes clubes”, cuenta su fundador y productor musical, Yay Carvajal. “Decidimos instalarnos aquí por dos razones: la cercanía con Lastarria y el simbolismo de estar en el punto cero, demostrando que hay vida y cultura”.
Abrieron hace un año y ya reúnen hasta 600 personas entre eventos y jornadas normales. “Hemos visto cómo la calle se activa. Cuidamos el entorno, pedimos mantenerlo limpio, y eso genera confianza en los vecinos”, asevera.
En el ámbito inmobiliario, la reactivación también empieza a sentirse. Adriana Calcaño, de RE/MAX Costanera, confirma que “los clientes están volviendo a confiar en estos sectores, sobre todo porque ya no hay protestas cada semana”. Y agrega: “Los arriendos de renta corta en el eje Lastarria–Bellas Artes muestran alta rentabilidad y mejoras en la ocupación”.
Aunque las manifestaciones no han desaparecido del todo. Cada viernes, grupos reducidos protestan entre Baquedano y Portugal, y a veces en el entorno de Lastarria y el Parque Forestal, como ocurrió recientemente por el caso de la desaparición de la dirigente mapuche Julia Chuñil. Esas jornadas suelen terminar con detenidos y tránsito suspendido, obligando a algunos locales a cerrar temporalmente.
“Nos afecta mucho”, reconoce Carvajal. “Perdemos horas de venta y la Alameda muere. Pero seguimos insistiendo, porque queremos que la zona vuelva a vivir”, se ilusiona, apuntando a esta nueva generación de emprendedores y artistas que decidió apostar para revitalizar nuevamente la arteria cultural, entre cafés, libros, galerías y música.
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