Crítica de discos: lo nuevo de Dënver y Chris Cornell
El dúo nacional lanzó Sangre cita, mientras el vocalista de Soundgarden estrenó Higher truth.

Dënver: Sangre cita
Pornopop
La vida es como una teleserie en el imaginario del dúo nacional Dënver y con tal escenario, este cuarto título -personajes, andanzas y paisajes- califica en horario para mayores. Sangre cita rebosa deseo, sexo, mensajes explícitos sin vulgaridad, ensamblados con personalidad bailable en distintas frecuencias. Si antes no te gustaban, este es el momento. Si los sigues, felicidades, porque Milton Mahan y Mariana Montenegro continúan en modo exploratorio. Aquí destilan mejor la ampulosidad de Fuera de campo (2013), y la experiencia pistera, kitsch y un poco retorcida de Música, gramática, gimnasia (2010). Acumulan millas, elogios, y hasta un mediatizado quiebre de escasos días hace un par de años. Una teleserie. Pero esta vez merece público adulto.
Sangre cita tiene dos grandes divisiones: los cortes donde domina la voz de ella exudan deseo y erotismo, en cambio cuando canta él prevalece la decepción y el resentimiento romántico. Abre con Noche profunda, una invitación a pernoctar en sugerente ambiente trip hop, aunque la historia de fondo es la de una chica en situación borde ("helada, drogada..."), como si fuera un breve cuento inclinado al suspenso. El fondo del barro tiene pasta de himno looser con pulso que recuerda a Locomía y The Sacados. La letra, vívida: "el infierno que era mi cuarto / aún está inmaculado / yo no se lo que es ser amado". En Mai lov no caben dobles lecturas: "no te vayas dentro mai lov / quedemos para otra ocasión", con teclados, latido punchi punchi, y la voz infantilizada como ocurría con Aqua a comienzos de siglo. La balada synth pop La última canción evoca los primeros años de Mecano -el teclado chillón y dominante, la batería programada-, con versos alusivos a la posibilidad de un debut: "me pides que me desvista / por primera vez en la vida / me ves toda jovencita". Más adelante Yo para ti no soy nadie, combina perfecto los personajes de Mariana y Milton. Ella ataca primero con un coro que compite por el más azucarado del año, mientras él responde con desilusión "por más que me aferre / yo para ti no soy nadie", como si fueran una versión actualizada de los setenteros Al Bano y Romina Power. Mi derrota es, sin disimulo, un tributo a Britney Spears en la época de I'm a slave 4U. En el cierre el single Los vampiros junto a (me llamo) Sebastián aparentemente es un cliché discotequero, pero incluye alardes como un coro con dos partes y un pasaje con aires de oriente, en tanto Sangrecita, con la participación de Pedropiedra, son dos canciones disociadas -una bailable, la otra un lamento de contorno roquero-, que maridan naturales. Sin baches, urgente y detallista, Dënver tiene una bomba pop en sus manos, y solo falta que estalle.
Chris Cornell: Higher truth
Lejos de la corriente
Chris Cornell ha tratado de dejar de ser solamente el-cantante-de-Soundgarden, y en el camino ha puesto en riesgo parte de su integridad artística. No le perdonaron su coqueteo pop, el vapuleado Scream (2009), y solo el retorno con su antigua banda logró que los fans soslayaran una intentona calificada como chascarro. Cornell aún siente que tiene cosas por decir sin compañía, sin el cerco de rock duro, el riff con azufre y el torso desnudo. Higher truth no es una clase de elocuencia musical, pero deja en claro que en él existe un cantautor sensible, cómodo con la guitarra acústica y ligeras ornamentaciones.
Su voz recompuesta -que sigue siendo notable-, encuentra sosiego y un sentimiento más natural. Bajo la batuta del productor símbolo del grunge Brendan O'Brien, el álbum sigue las enseñanzas folk de Led Zeppelin III, toques de americana y soul, con las cuerdas desenchufadas como pivote. Probablemente hay más títulos de los necesarios -15 y una remezcla-, pero contiene canciones conmovedoras como las épicas Wrong side y Our time in the universe, las campiranas Dead wishes y Josephine, y el corte homónimo en plan Beatles. Una entrada distinta para una dúctil estrella del rock pesado.
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