El problema es de fondo, no de forma
Los problemas del gobierno no están en campañas del terror ni en fallas en las comunicaciones. Parece que es hora de preocuparse más de las reformas que de las formas.
POLITICA y comunicaciones se perciben hoy casi como sinónimos; de hecho, es frecuente que cuando un gobierno es exitoso, sus opositores lo atribuyan a mera capacidad comunicacional y, al contrario, cuando una gestión está flaqueando, sean las propias autoridades gubernamentales las que le achaquen la responsabilidad a una debilidad en las comunicaciones. No es fácil discriminar dónde termina la gestión política propiamente tal y dónde comienza el campo de las comunicaciones.
El gobierno anunció desde la campaña una agenda profundamente reformadora, la que ha implementado con evidente convicción en estos meses a cargo del país. Lo curioso es que las mismas promesas que tenían gran popularidad en el período electoral no han tenido el mismo respaldo en su implementación. Entonces, es válido preguntarse dónde está la causa de ese cambio. Aparentemente la explicación de La Moneda es que la gente no entiende las reformas y ello es porque no se han sabido explicar bien.
Durante el 2014, desde la Nueva Mayoría se han emitido juicios y declaraciones por parte de altos dirigentes políticos que han dado la señal de que estamos frente a transformaciones de fondo. El mejor símbolo de ello fue la frase de la "retroexcavadora". También hay que reconocer que es bastante generalizada la percepción de que las reformas han tenido un grado de improvisación sorprendente para una administración que sabía desde un año antes de la elección que su posibilidad de gobernar era altísima.
Hay otro factor que ha tenido un impacto enorme que no se debe minimizar. Respecto a la reforma tributaria, todos los ex ministros de Hacienda de la Concertación emitieron, en su oportunidad, juicios críticos que llevaron a la opinión pública a percibirlos como contrarios a la misma. Ahora, en la educacional, se han levantado voces como la de la ex ministra de Educación, Mariana Aylwin, y del ex ministro Secretario General de Gobierno, José Joaquín Brunner, quienes han sostenido su oposición a este proyecto.
Por último, el ex Presidente Lagos, en una intervención pública, hizo un juicio inequívocamente crítico de la gestión del gobierno, por su falta de visión de largo plazo y -se entendió- por haber perdido de vista el objetivo prioritario de llevar el país al desarrollo.
Estas opiniones de personas altamente respetadas y de indudable adhesión a la coalición de gobierno, evidentemente tienen alta credibilidad y le dan valor a todos los críticos que, desde la oposición y de grupos afectados, han levantado su voz advirtiendo errores.
Es indudable que la mayoría del país no conoce el contenido de los proyectos, eso es obvio; en el caso de la reforma tributaria, y también en la educacional, sólo los profesionales especialistas la entienden y no puede ser de otra manera. Es lo normal y nadie debería esperar algo diferente, por eso la opinión pública escucha los juicios que emiten líderes de alta credibilidad e independencia y, a partir de ellos, se forma un juicio. Esta es la naturaleza de las cosas y sería iluso pretender que se puede informar en un nivel masivo y comprensible este tipo de iniciativas.
Que ex ministros de la Concertación, un ex Presidente de la República, el presidente de la DC y otros parlamentarios oficialistas emitan juicios críticos de fondo respecto de las reformas es una debilidad estructural y esencialmente política.
Los problemas del gobierno no están en campañas del terror ni en fallas en las comunicaciones. Parece que es hora de preocuparse más de las reformas que de las formas.
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