La novelista Mona Simpson, hermana biológica de Steve Jobs, publicó una carta en el periódico The New York Times donde describe los últimos momentos de vida del fundador de Apple.

Los hermanos -que se conocieron ya en la adultez, el año 1985-, mantenían una buena relación, a pesar de que no se criaron juntos: él fue dado en adopción al nacer por sus padres, y ella creció con sus progenitores. En este reencuentro Jobs estrechó los lazos con Mona y con la madre de ambos, no así con su padre.

Un día antes de fallecer el pasado 5 de octubre, Jobs la llamó a su casa en Los Angeles, por lo que ella viajó rápidamente para estar a su lado.

En la carta titulada "Elogio de una hermana a Steve Jobs", Simpson describe los momentos vividos junto a su hermano desde que comenzaron a tener contacto, evidenciando la gran pasión de Jobs por su trabajo y su vida familiar.

En el relato, Simpson señala que Steve la impresionó como un "hombre intensamente emocional", que llevaba adelante todos sus emprendimientos con amor.  "Era como una chica por la cantidad de tiempo que se pasaba hablando del amor. El amor era la virtud suprema, el dios de sus dioses. Seguía y se preocupaba por la vida sentimental de la gente que trabajaba con él".

Además, Simpson asegura que su hermano fue capaz de hablar con amigos de Apple hasta la tarde en la que murió, a pesar que su respiración comenzó a ser más trabajosa "como si estuviese escalando".

Antes de morir -según cuenta Simpson-, "miró a su hermana Patty, luego durante un largo rato a sus hijos, luego a su compañera de vida, Laurene, y luego por sobre sus hombros", relata en el texto que leyó en la ceremonia de despedida de Jobs.

"Las últimas palabras de Steve fueron: Oh wow. Oh wow. Oh wow", cuenta Simpson.