Histórico

Incertidumbre tras la muerte de líder de Corea del Norte

La sucesión abre profundas interrogantes, aunque quizás también ofrece la posibilidad de buscar un inédito acercamiento con el nuevo liderazgo.

AUNQUE ESPERADA, la muerte de Kim Jong Il, el líder de Corea del Norte, genera una fuerte dosis de incertidumbre en una zona como Asia nororiental, donde confluyen los intereses políticos, militares y económicos de importantes potencias.

Al interior del país, el fallecimiento abre paso a un proceso de sucesión ya definido. Tras sufrir en 2008 un grave accidente vascular que lo dejó incapacitado durante dos meses, el líder norcoreano designó como sucesor a su hijo Kim Jong Un. La elección se hizo pública en septiembre del año pasado, cuando éste fue promovido al grado de general cuatro estrellas en el Ejército y accedió a importantes cargos en el partido comunista gobernante. En la práctica, Corea del Norte se ha consolidado como la primera dictadura comunista hereditaria, ya que Kim Jong Il accedió al poder en 1994, luego de la muerte de su padre, Kim Il Sung, quien fundó el país en 1948.

Sin embargo, el hecho de que el rumbo político se encuentre establecido, no significa necesariamente  que vaya a ser cumplido. Dada la naturaleza hermética del régimen, es muy poco lo que se sabe a ciencia cierta de Kim Jong Un. Su juventud y escasa experiencia hace muy difícil predecir las decisiones que se apresta a tomar o cómo manejará los hilos del poder al interior de la reducida camarilla que gobierna a los 24 millones de habitantes. Estos han sufrido durísimas condiciones en el pasado, incluyendo episodios críticos de hambruna en la década de los 90, a raíz de la voluntad del régimen de cerrarse a la influencia extranjera como una forma de evitar ver amenazada su posición.

En la última década, Corea del Norte ha adquirido armas nucleares, las cuales ha probado con éxito en 2006 y 2009. También ha realizado ensayos con sistemas balísticos. Pyongyang ha utilizado el argumento nuclear como recurso para chantajear a otras potencias, ofreciendo controlar o revertir su programa atómico a cambio de ayuda. Sus frecuentes ofertas y contraofertas en esta materia son una muestra de la inestabilidad de la diplomacia norcoreana y de su afán por llegar hasta el límite, rasgos que la convierten en una negociadora muy peligrosa. Sólo China parece sostener una relación cercana con Corea del Norte, y por lo tanto el rol que juegue Beijing en los próximos meses será clave para determinar de qué manera se insertará el nuevo liderazgo norcoreano en el tablero geopolítico del Asia nororiental.

La muerte de Kim Jong Il puede significar una oportunidad para conseguir un acercamiento con un régimen cerrado e impredecible. El régimen norcoreano tiene inmensas necesidades que pueden ser satisfechas por los cinco países que vienen negociando con él desde hace años (Rusia, China, Estados Unidos, Japón y Corea del Sur), siempre y cuando esas conversaciones se lleven adelante con un ánimo constructivo y no sólo para ganar tiempo y extraer concesiones, como ha ocurrido hasta ahora. La estabilidad del Asia Nororiental, región que concentra algunos de los arsenales militares más importantes del planeta, está en el interés de todas las potencias que conviven en esa zona. Por ello, aunque sea difícil de conseguir, todos los gobiernos del quinteto negociador deben intentar atraer al nuevo liderazgo norcoreano, ofreciéndole incentivos para que abandone la beligerancia y su signo impredecible, que han sido características de Pyongyang hasta ahora.

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