Las historias tras las labores del Ejército para unir las zonas aisladas del país
Desde 2012 funciona en Cochrane la Compañía Andina Nº 20, a la que podría sumarse la creación de una unidad en Villa O'Higgins. Lugareños relatan que, antes de que la ruta pasara por sus casas, la única alternativa era cabalgar para llegar al pueblo.
Fueron 20 años los que Cremilda De la Cruz Pérez (67) pasó sin poner sus pies en las calles de Coyhaique. En 2009 rompió aquel registro voluntario: acompañó a Oliverio Paillacar -su marido desde hace medio siglo- hasta la capital de Aysén para someterse a varios exámenes y descartar una posible diabetes. "Nos fue mal", se lamenta. Sin embargo, la patología del hombre, dedicado al cuidado de ganado ovejero, se ha mantenido controlada, y lo que ambos recuerdan de ese día es que ella por fin conoció el trayecto de la Carretera Austral que une Cochrane y Coyhaique.
"Las últimas veces que había viajado fue en avión y, antes, a caballo. Me demoraba un mes", recuerda, con un tono de voz seco.
Su casa -ubicada actualmente a 40 minutos de Cochrane- está rodeada de tupidos árboles de lenga. A 10 metros de la puerta pasa un riachuelo de agua cristalina, que desemboca en el río Tranquilo. El leve sonido del cauce es lo único que se oye. Lo demás es silencio.
"Me acostumbré a oír nada. Cuando paso una noche en la ciudad, me desvelo por el sonido de los autos", cuenta. Llegar hasta su casa ahora es sencillo: el Cuerpo Militar del Trabajo (CMT) habilitó en 2010 un camino de ripio que los mismos lugareños habían comenzado a marcar hace décadas, con idas y venidas a caballo, y que se conecta con el mencionado trayecto de la Carretera Austral.
La mujer podría estar en Coyhaique en nueve horas, pero sigue sin ir muy a menudo: "En mi casa tengo todo lo que necesito, aunque a Cochrane voy al menos una vez al mes: estoy viejita y voy a cobrar mi pensión". Actualmente, las palas mecánicas y retroexcavadoras del CMT instalan cuatro puentes modulares sobre el río Tranquilo, en la ruta que une Cochrane y el monte San Lorenzo, al sureste de la Región de Aysén. La idea es mejorar la conectividad de 20 familias que viven allí, entre ellas, la de De la Cruz.
Esta zona es uno de los ocho lugares que el Ejército clasifica como aislados en el país, y donde pretende aumentar la presencia efectiva y reforzamiento de la soberanía, uno de los lineamientos de la gestión del comandante en jefe en ejercicio, Juan Miguel Fuente-Alba.
A raíz de esto, en agosto del año pasado se instaló en Cochrane la Compañía Andina Nº 20, un hito en la región -la más despoblada del país-, a la que se podría sumar la creación de un recinto militar en Villa O'Higgins.
Además, en 2014 se habilitará una lancha que conectará ese punto con Candelario Mancilla, poblado próximo a Campo de Hielo Sur.
"Se nota que llegaron soldados y sus familias a la zona. Las ventas han aumentado desde el año pasado", cuenta Josefina González en una de las cajas del supermercado Melero, uno de los dos que hay en Cochrane.
El cuartel tiene 156 hombres, 23 de los cuales arribaron con sus familias, por lo que el local -ubicado frente a la plaza del pueblo- debió renovar sus estantes para satisfacer a la nueva clientela: aparte de carne, mate y herramientas para faenas agrícolas, comenzó a ofertar frutas y yogures individuales. "Cuando llegamos había un sólo tipo de queso y se vendía el yogur en bolsa o botella. No había frutas. Ahora se venden nísperos, frutillas y mangos", dice Marta Sepúlveda, esposa de uno de los suboficiales de la unidad.
"Además de la presencia efectiva, para nosotros es importante realizar una ayuda a la comunidad", recalca el teniente coronel Jorge Osorio, comandante de la compañía. Relata que, en el año y medio que lleva operando, se han producido cinco emergencias relacionadas con el fenómeno del lago Cachet 2, el cual vacía parte de su agua y provoca el aumento del caudal de los ríos Baker y Colonia, cortando los caminos y aislando aún más a las familias ganaderas. En todas esas situaciones, la unidad ha realizado operativos de ayuda.
GANADEROS
"Dicen que el Estado no está presente, que el Estado no llega hasta esta zona, pero quienes construyen caminos y ayudan es el Ejército, y ellos son parte del Estado", recalca Atilio Pizarro (45), sentado frente a un viejo televisor apagado y rodeado de decenas de cintas en VHS, llenas de polvo: El padrino, Casino, documentales de National Geographic. "No hay televisión, así que por las tardes, cuando termino de trabajar, me pongo a ver películas, aunque estas me las sé de memoria", dice.
Pizarro vive en el faldeo del monte San Lorenzo junto a su padre, en un sector llamado El Progreso, a 100 km de Cochrane: "Tenemos mil cabezas de ganado ovejero y en diciembre es temporada de esquila. No bajo mucho al pueblo".
Para llegar a su casa se debe seguir el camino que construye el CMT y luego tomar un desvío, un kilómetro antes de que termine la ruta. "Después hay que pasar por dos brazos del río Tranquilo, tres afluentes que en el mapa figuran como 'sin nombre' y, en primavera, dos pantanos de barro. Son dos horas de viaje en camioneta. Un trayecto fácil", enumera.
Para él, lo "difícil" era antes, cuando la vía no existía, y para llegar a Cochrane debía cabalgar un día y medio. "No conocíamos otra realidad y no nos quejábamos. Ahora es mucho más sencillo, aunque sigo yendo a la ciudad una vez al mes", añade.
A mediados del próximo año, cuando el CMT continué el camino hasta lago Brown, la ruta pasará a 100 metros de su casa, eliminando el último desvío.
JORNADA MILITAR
Los uniformados que trabajan en la zona describen esta área como una destinación con complejidades.
El cabo segundo Wladimir Aldoney (26) es instructor de montaña en Cochrane. Cada día, a las 8.30, comienza sus actividades junto al resto de la dotación: planifica viajes a Campo de Hielo o trabajos en grietas de cerro Castillo: "Pasamos mucho tiempo fuera, realizando instrucción a los soldados, nos vamos de campaña dos semanas".
El nació en Viña del Mar, hizo su curso de montaña en Los Andes y estuvo destinado en Constitución tras el terremoto, pero nunca había ido tan al sur. "Extraño caminar por la playa, pero te acostumbras. Salvo cuando te quieres comer una pizza en la noche y está todo cerrado", relata.
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