Miranda Bodenhofer, la bailarina que quería actuar
<p>Ella dará vida al personaje femenino de la adaptación de la novela El baile de la victoria.</p>

Hace dos años, el director español Fernando Trueba llegó al Teatro Municipal en busca de alguien que pudiera caracterizar al personaje femenino en su adaptación de la novela El baile de la victoria, de Antonio Skármeta.
Con poca claridad sobre si quería a una actriz que supiera danzar o a una bailarina con talento histriónico, Trueba pisó los fríos pisos del recinto sin estar dateado. En aquella jornada se acercó a una joven de 17 años que se le cruzó dos veces, primero en los ensayos matutinos de ballet y, luego, tomando clases vespertinas en la misma compañía. Su nombre: Miranda Bodenhofer, quien durante los 12 meses siguientes siempre recordaría que el director de Belle epoque nunca le prometió nada.
Recién en abril de 2008, Miranda se enteró por la prensa de que las conversaciones con Trueba no habían sido en vano: ella era la elegida para la película. "Desde ese momento creo en el destino, sobre todo porque mi vida profesional iba en otra dirección", cuenta esta bailarina de 18 años y 1.73 de estatura.
Delgada y de piernas largas, Miranda encaja en el molde de la bailarina clásica. Sin embargo, hay en sus expresiones una asertividad que bien puede haber provocado el interés de Trueba. El propio director lo ha explicado así: "Me pasó una cosa bastante mágica. Cuando vine a ver locaciones y pasé por el Teatro Municipal, entre el grupo de chicas que estaban estudiando vi al fondo a una cría de unos 16 años. La miré a lo lejos y pensé 'esa es Victoria', pero como eso me parece en general una estupidez, me olvidé e hicimos el casting por una serie de países. Al final, aquella chica que yo había dicho que era Victoria era 'mi Victoria'".
Cual heroína proveniente de una película muda, su personaje no habla y solamente se comunica a través de gestos. Perdió la capacidad de emitir sonidos tras la desaparición de sus padres durante el régimen militar y el baile es su gran medio de expresión en el abigarrado Santiago. En la urbe se encuentra también con los otros protagonistas: Vergara Grey y Angel Santiago, dos ladrones recién salidos de la cárcel, interpretados por los argentinos Ricardo Darín y Abel Ayala. Mientras el primero es un maestro del robo que trata de evitar recaer en el delito, el menor busca convencerlo para dar el gran golpe de sus vidas, al tiempo que se enamora de Victoria.
EL BUEN FERNANDO
Durante los tres meses de rodaje de El baile de la victoria en el 2008, Miranda Bodenhofer fue desarrollando especial cariño por el director Fernando Trueba, quien siempre la trató como una especie de hija adoptiva en el rodaje. "Mi relación con él fue como un flechazo. Un detalle que me emocionó hasta las lágrimas es cuando al final del rodaje me regaló un Ipod con mil canciones y 10 películas especialmente escogidas para mí. Traía Juno, que me encanta", cuenta la debutante, que en su árbol genealógico tiene a su tío actor, Bastián Bodenhofer; su madre actriz, Verónica González; su padre músico, Andreas, y su abuela compositora, Leni Alexander.
"Me parezco bastante a ella y me enseñó mucho: una vez me llevó a ver una película para mayores de 18 años y creo que es lo mejor que he visto en mi vida. No tenía ningún prejuicio, era librepensadora. La admiraba mucho, porque era muy fuerte. Jugaba conmigo, se vestía de viejo pascuero, caminábamos por el centro, que le encantaba. Estaba con ella cuando murió", agrega.
Tal vez aquella influencia de la abuela compositora se deja ver en una cualidad que su padre, Andreas Bodenhofer, explica: "Miranda tiene oído absoluto. Puede dedicarse a la música si quiere", explica orgulloso el compositor, quien dice haber advertido el interés de Miranda por las artes desde pequeña. "Baila desde los dos años. Y yo siempre creí que lo suyo era lo contemporáneo, la danza más radical", agrega.
"Siempre amé la danza y tenía toda mi carrera planificada en torno a ello. Estudié en Cuba, Alemania y Estados Unidos. Sin embargo, llegó esta película y ahora puedo esperar cualquier cosa de la vida", reflexiona Miranda.
"En la película bailo bastante, pero creo que es más el tiempo en que actúo. Una de las escenas más difíciles fue arriba de un caballo, en el Paseo Ahumada. Pensé que me iba a caer en cualquier momento", dice sobre un rodaje que recorrió lugares tradicionales de Santiago, incluyendo el Portal Fernández Concha y la Plaza de Armas.
Uno de los momentos culminantes de la película es la escena de amor que protagoniza con Abel Ayala y que implicó una larga secuencia en la cama. "La verdad es que no tengo ningún tipo de objeción a ese tipo de escenas. Fernando fue bastante cuidadoso en filmarla, pero nunca me sentí nerviosa por los camarógrafos o la gente en el estudio. Para mí, la parte más difícil de la película sigue siendo arriba de la yegua", comenta Miranda con un desenfado y seguridad que su propia madre recalca.
"Yo creo que se puede dedicar perfectamente a la actuación. Nació con aquel bicho. Hay gente que le teme a aparecer en público y gente que se atreve. Miranda es de estas últimas", apunta Verónica González. Por ahora, sin embargo, ella sigue con su espartano horario a tiempo completo en el Teatro Municipal, esperando que, cuando el filme se estrene a fin de año en España, el destino diga si el cine es el camino señalado.
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