Histórico

El reino de la codicia

Tengo un tema con el dinero. O, mejor dicho, con aquellos que se desviven por el dinero. Me cuesta entender que la vida gire en torno a eso. Sobre todo si nos atenemos a que el dinero fue creado como un instrumento para facilitarnos la vida. Para mí el dinero es eso: un instrumento. Por eso cuando se convierte en un objeto, en la estación final de todo lo que hacemos, algo me parece que desafina.

El otro día, comiendo con unos amigos, salió el tema al momento de la sobremesa, y alguien planteó que el dinero, finalmente, no era otra cosa que poder. Por eso algunas personas que tienen más que cubiertas sus necesidades se empeñan en seguir haciendo negocios para conseguir más y más dinero. El problema es que muchas veces el poder se convierte también en un fin y, en ese contexto, termina siendo tan perverso como vacuo.

En uno y otro caso, la codicia está presente. Definida por la RAE como el afán excesivo de riquezas, suele ser un ejercicio fatuo, sin más sentido que la acumulación. La codicia ciega, aísla y, la mayoría de las veces, hace perder la perspectiva de las cosas.

Escribo esto a propósito de lo que está pasando en el fútbol, una actividad en la que, de un tiempo a esta parte, los cruces entre dinero y poder traen nefastas consecuencias. Los escándalos de la FIFA, que tuvieron su propia versión en la administración Jadue, son el mejor botón de muestra de lo que digo. Y en esa misma lógica -la de la codicia- parece estar operando el Consejo de Presidentes de Clubes, el que según una investigación de la Unidad Anticarteles de la Fiscalía Nacional Económica, se habría coludido para impedir el ingreso de otros clubes con el fin de evitar repartirse los excedentes del Canal del Fútbol (CDF) con nuevos actores.

Desde los tiempos en que la FIFA la dirigía Joao Havelange, o quizá desde antes, el fútbol se manejó como una actividad que tenía una legislación propia y que no estaba afecta a las leyes que regían a otras actividades e individuos de los países en los que se desarrollaba.

En Chile mismo, no son pocos los casos en los que las leyes laborales no eran las mismas que regían para los futbolistas profesionales y ni hablar de lo que pasaba con el tema impositivo en las transferencias de algunos futbolistas chilenos al extranjero. Fue tal el poder de la FIFA y tan particular y extendida la manera de gestionar el fútbol que hasta el día de hoy algunos dirigentes siguen creyendo que hay un código de conducta para ellos y otro para el resto de los ciudadanos, en una lógica muy parecida a lo que ocurre con la Iglesia Católica.

Es que, del mismo modo que ocurre en la política -otro sector que padece la codicia-, se hace necesaria una renovación de la dirigencia del fútbol, un recambio que permita el ingreso de rostros e ideas nuevas. Que definitivamente, la forma en que se han hecho las cosas en el fútbol local, desde hace cuarenta años a la fecha, cambie, se destierre. El fútbol no puede ser sólo una máquina de hacer dinero o, cuando menos, que lo siga siendo, pero que ese dinero tenga un sentido, un propósito que apunte más a lo colectivo que a lo individual.

En tiempos de escándalos financieros, jubilaciones truchas, negocios clandestinos, lo del fútbol no sorprende, pero desilusiona, duele y llena de rabia.

¡Oferta especial vacaciones de invierno! ❄️

Plan digital $990/mes por 5 meses SUSCRÍBETE

Servicios