
Cuando cuidar empieza demasiado temprano
En el transcurso de estas semanas se conocieron cifras que inquietan. La desocupación femenina sigue siendo mayor que la masculina (INE, 2025), y entre jóvenes de 15 a 24 años que no estudian ni trabajan, más de la mitad son mujeres. La brecha se amplifica al mirar las causas: dentro de ese grupo, una de cada cinco está fuera de la fuerza laboral por razones familiares permanentes, frente a solo un 2% de los hombres (OCEC UDP, 2025). Detrás de estas estadísticas está el cuidado, que en muchos casos comienza demasiado temprano.
Hay niñas y adolescentes que, al volver de la escuela, en lugar de jugar, descansar o hacer tareas, cocinan, limpian o cuidan a sus hermanos y hermanas menores. Para ellas, lo cotidiano y lo afectivo se confunden con responsabilidad. Lo que debería ser tiempo libre se convierte en horas de cuidado.
La II Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, que mide desde los 12 años, confirma que en Chile las mujeres dedican más horas que los hombres al trabajo no remunerado. Este patrón trasciende fronteras. Las adolescentes latinoamericanas cuidan casi una hora diaria más que los varones, y esta brecha se profundiza cuando en el hogar hay niños y niñas menores de 5 años o cuando se trata de familias más vulnerables. A ello se suma que en los hogares donde existe mayor desigualdad en las tareas no remuneradas entre padre y madre, aumenta la probabilidad de que las niñas asuman más responsabilidades domésticas, reproduciendo los patrones de desigualdad en las siguientes generaciones (Unicef, 2024).
Quienes cuidan en la infancia -entre los 8 y 14 años- suelen seguir haciéndolo en la adultez, trazando una trayectoria vital marcada por el cuidado. Lo más grave es que muchas veces ni siquiera se reconocen como cuidadoras, porque el imaginario juvenil se asocia a lo social, lo educacional o lo laboral, y no al cuidado (Injuv, 2024). Así, su experiencia queda invisibilizada. Mientras ese cuidado invisible siga viviéndose como un destino ineludible -por la falta de un sistema de apoyo fuera del hogar o por su naturalización como parte de la vida familiar-, seguirá escondido entre las paredes domésticas y el problema se perpetuará.
El inicio temprano del cuidado arrastra desigualdades que condicionan la vida. Lo que parte como “unas horas no más” termina en estudios interrumpidos, empleos precarios, menores ingresos, menos tiempo propio y mayor desgaste emocional. Mientras ellos crecen con más libertad, ellas cargan con más horas de cuidado.
Avanzar en políticas de corresponsabilidad es urgente, porque lo que está en juego no son solo estadísticas, es el derecho de niñas y adolescentes, especialmente aquellas más vulnerables, a vivir plenamente su infancia y juventud. Debemos sostener el cuidado socialmente para cambiar las trayectorias de las mujeres que vendrán. Porque cuando cuidar empieza demasiado temprano, lo que se interrumpe no es solo el juego; es el futuro.
Por Cristina Vio, directora ejecutiva de ComunidadMujer
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