
Decadencias universitarias

Qué manera de enredar las discusiones que importan. Cierto, Trump abusa de Harvard, pero ¿Harvard cuánto ha mordido y masticado gracias a un Estado que sostiene sus investigaciones, volviéndola dependiente como institución? Ahora, que Boric es poco menos que igual que Trump porque arremete contra la Universidad de Chile al visar la triestamentalidad de los consejos de facultades (ver entrevista a Decano de Derecho LT 1° junio), cuenta el cuento a destiempo y a medias. Ambas acusaciones no parecen entender que detrás de la decadencia de universidades (ni Harvard ni la UCH son hoy las mismas que sus supuestas reputaciones) hay responsabilidades compartidas de rectores, decanos, profesores, alumnos, expertos y gobiernos, y no se las respeta.
Recordemos la historia de la UCH, sus hitos degenerativos. En la década de 1880 pierde exclusividad al fundarse la U. Católica (su consecuencia más grave se notará en el siglo XX al no poder reclamar un monopolio nacional). Ya antes, en 1876, Vicuña Mackenna la describía como “caduca”. En 1927 se elimina la Facultad de Teología, la UCH renunciando sin justificación a un área del saber. Por la misma época, la dictadura de Ibáñez le quita la Superintendencia de Educación y reconoce a las universidades privadas existentes.
Bajo los gobiernos radicales arrasa la Masonería, esto es, un grupo adquiere considerable poder interno, y se vuelve evidente que es una institución permeable, fácil de manipular y presionar. En los ‘60 pierde liderazgo y se suma a la reforma universitaria a la zaga de la U. Católica de Valparaíso, U. de Concepción y de la UC. La masificación e intentos de democratizarla redundarán en una politización desmedida como nunca antes. Durante la reciente dictadura se va a perder la autonomía totalmente siendo intervenida durante 16 años con expulsión de estudiantes y académicos, también pérdida de pluralismo en su interior para siempre, fin de sedes y del Pedagógico. Con el término de la dictadura no se hace reforma interna; no se reconcursarán los cargos académicos (Lagos siendo el ministro de Educación de la Transición).
Cundirá de nuevo la politización entre el 2006 y 2011. Víctor Pérez intervendrá Derecho el 2009. La masificación y calificación de popular, no nacional como institución, servirá para atar de nuevo la UCH al Estado (lo que Ennio Vivaldi se propuso), y ahora último para hacer que crecientes malos alumnos solventen gastos fijos. Inflarán la burocracia interna también a causa de la aceptación de la acreditación. Otro tanto contribuirá la “gratuidad” estatizante ofertada. La eliminación de profesores de 75 años y la triestamentalidad, gracias a Rosa Devés, son los últimos estertores de una crónica degeneración de más de 100 años. Seguimos así y no cabe sino esperar que alguien desahucie a la universidad.
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
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