
El electorado desconocido

A menos de un mes de realizarse la primera vuelta de los comicios presidenciales, la contienda electoral parece estancada. Desde septiembre, los candidatos Jara y Kast se disputan, por turno, el primer lugar en los diferentes sondeos. Sería sobreinterpretar el escenario electoral actual creer que ese zigzagueo es resultado de grandes aciertos o errores de campaña; probablemente, es parte de los márgenes de error de las diversas encuestas.
Hay, más bien, otro factor de incertidumbre que debiera tener inquietos a los jefes de campaña de los candidatos: se conoce poco a un tercio del electorado y no se sabe cómo llegar, con eficacia, a él. Esto porque, después de más de una década, esta será la primera elección presidencial con voto obligatorio, lo que implicará más de cinco millones de “nuevos” votantes respecto a los comicios de 2021. Este contingente de electores “desconocidos” es muy distante de la política, y, especialmente, los más jóvenes votarán por primera vez en un sufragio presidencial.
Es difícil hacer una semblanza con propiedad de este segmento, porque es heterogéneo -no sigue las directrices de un sector en particular- y, sobre todo, participa poco de las encuestas y los estudios sobre política. Según distintas investigaciones, proviene de sectores medios-bajos, es escéptico, desideologizado, y con bajo interés público -cuando el voto era voluntario, no participaba en los comicios-. Se presume que se mueve con pragmatismo, entregando adhesiones solo coyunturales, antes que apoyos estables, a los candidatos.
Por todo lo anterior, este electorado es difícil de asir: consume poca información, especialmente, la de carácter político. No lo hace por pereza ni por falta de responsabilidad democrática. La investigación ya hace décadas ha demostrado que la “ignorancia” puede ser un mecanismo de subsistencia cognitiva ante la saturación de información, o bien –en los casos de una desafección extrema- como una estrategia racional cuando no se visualizan los incentivos para invertir tiempo y recursos en informarse.
La última esperanza de los comandos es lograr establecer con este grupo de electores un contacto fortuito a través de las redes digitales; apostando a lo que la evidencia denomina como “consumo incidental”, esto es, cuando, la información política no es atendida a través de los medios tradicionales, sino como parte de un repertorio de contenidos digitales de entretención, compartidos por pares y articulados por algoritmos. Esto supone un abordaje cognitivo ligero, breve e interrumpido. En ese sentido, este tipo de consumo de contenidos puede incentivar una falsa percepción de estar bien informado y ser políticamente competente (Lee & Valenzuela, 2024).
¿Este electorado desconocido puede darnos alguna sorpresa en las próximas elecciones? Puede ser. Ya lo hizo en el plebiscito de 2022, cuando se inauguró el voto obligatorio en este nuevo ciclo político, dando un contundente apoyo a la opción “rechazo”, lo que en su momento no fue proyectado con esa intensidad en las encuestas previas, ni menos por la clase política más informada.
Por Magdalena Browne, decana de Comunicaciones y Periodismo Universidad Adolfo Ibáñez
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