SEÑOR DIRECTOR:

Recientemente hemos conocido de tráfico de fentanilo en Chile, opioide símil a la morfina, pero 100 veces más potente, capaz de generar tolerancia y adicción física y psíquica. Un problema observado en Estados Unidos y que se ha documentado en tres o cuatro series, que reflejan el flagelo del tráfico y abuso de opioides.

Hoy en el mundo existe preocupación por el impacto que estas epidemias generan. El National Institute on Drug Abuse de Estados Unidos informó que, en 2021, por cada muerte por sobredosis de benzodiazepinas, ocho ocurrieron por abuso de opiáceos tipo fentanilo (80.000 personas/año).

Nuestro sistema de salud está lejos de poder asumir la vigilancia de un potencial problema de salud pública de este tipo, si no se ejerce una vigilancia sanitaria preventiva, rigurosa y activa sobre las redes de comercialización y tráfico ilícitas, para lo que el Minsal requiere del apoyo del Estado en una política preventiva potente.

Uno de estos apoyos del Estado corre por cuenta de nuestros legisladores, que deben revisar las actuales normativas (Ley 20.000 y DL 404 y DL 405), donde las últimas modificaciones han tendido a la flexibilización en el uso y manejo de drogas blandas como la marihuana y los cannabinoides, que son también altamente adictivas y la puerta de entrada a las drogas más duras y peligrosas como el fentanilo.

La academia tiene las capacidades para apoyar la detección, mientras que con las sociedades científicas, y el apoyo fundamental del ISP de Chile, es posible apoyar esta labor, como ocurrió durante la pandemia del Covid, con un compromiso digno de medalla de oro. La amenaza zombie está en el horizonte; es nuestro deber combatirla con decisión y convicción para preservar la salud pública de Chile y nuestra juventud.

Jorge Fuentealba Arcos

Expresidente de la Soc. de Farmacología de Chile Decano de la Fac. de Cs. Biológicas, U. de Concepción