Por Max ColodroLa brecha

Si las encuestas no se equivocan, la real incertidumbre ya no está puesta en quién ganará la segunda vuelta, sino en la magnitud del triunfo y de la derrota. De algún modo, la clave política que define al “movimiento de placas” por el que atraviesa la política chilena se juega precisamente ahí, en las distancias entre los equilibrios que había hace poco más de un lustro, y lo que hoy parece estar reconfigurándose.
En efecto, no es lo mismo si el próximo domingo la brecha entre Kast y Jara muestra un país todavía “binominalizado” (una diferencia igual o menor al 55-45), a si el candidato republicano termina por imponerse con una distancia más cercana al triunfo del Rechazo (una diferencia igual o mayor a 60-40). Si bien en ambos escenarios Kast tendrá la misma legitimidad como nuevo presidente, las implicancias políticas de uno y otro caso son completamente diferentes. Un gobierno que asume en un cuadro de relativos equilibrios tendría márgenes de acción muy distintos a los que se generan si la mayoría que lo respalda es inédita y abrumadora.
Sin ir más lejos, el resultado de la primera vuelta presidencial y de la parlamentaria ya mostró un contraste significativo. En la elección del nuevo mandatario los candidatos de derecha sumaron más del 50% y, los de oposición, en torno al 70%. En paralelo, la representante de las fuerzas del oficialismo -incluida la DC- no superó el 27%, es decir, el resultado presidencial mostró una brecha aún mayor a la del Rechazo y el Apruebo a la primera propuesta constitucional. Fue la magnitud de esa distancia lo que en la práctica dejó casi sentenciado el desenlace de segunda vuelta.
Pero el resultado en la parlamentaria fue diferente: la elección parcial del Senado dejó en un empate casi perfecto a oficialismo y oposición, y en la Cámara de Diputados el avance de la derecha fue mucho menos holgado que la brecha en la primera vuelta presidencial. También dentro de cada sector: la diferencia entre Chile Vamos y la nueva derecha en el Congreso es mucho menor a la distancia entre el resultado de Matthei y la suma de Kast y Kaiser. Asimismo, los números del socialismo democrático en relación a la izquierda radical fueron bastante más equilibrados de lo que pudo anticipar la abultada victoria de Jara sobre Tohá en la primaria oficialista.
Es la paradójica singularidad que está confirmando este proceso electoral: un desenlace presidencial más propio del Chile del Rechazo, pero con un parlamento que, a pesar de su fragmentación, mantiene ciertos equilibrios propios del binominal. Son dos realidades y dos tiempos en tensión, a las cuales el desenlace del balotaje aportará un ingrediente decisivo. Entre otras cosas, porque ello terminará de hacer más fácil o más difícil que el próximo gobierno pueda acometer su principal desafío político: dar conducción e identidad a una eventual nueva mayoría, el factor insoslayable para que los cambios y las rectificaciones planteadas, tengan un mínimo de viabilidad de mediano y largo plazo.
Por Max Colodro, filósofo y analista político.
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