
La cuna

Nací en cuna de mimbre, no de oro, dijo la candidata del oficialismo, Jeannette Jara.
¿Es conveniente hacer del material de la cuna -es decir, del origen- un clivaje central para la carrera presidencial?
Desde la perspectiva de proveer diferenciación, identificación y adhesiones, puede ser eficaz: por allá la élite, por acá el pueblo. En un país clasista, enojado y con vidas cuesta arriba, atizar esa hostilidad a los que nacieron en cuna mejor puede servir para atraer votos. Le resultó, de hecho, en la primaria, donde logró dejar como “élite privilegiada” a Carolina Tohá (pese a que nadie podría decir que la vida le salió fácil). En una sociedad clasista como la chilena, destacar la cuna como sinónimo de mayor capacidad de representar a -y de empatizar con- la gran mayoría, que tiene vidas cuesta arriba, resultó. (Además de sus grandes dotes en empatía y comunicación política).
Pero en esta nueva etapa, si Jara quiere realmente dejar de ser la candidata del PC y convertirse, como ha planteado, en la de una coalición amplia de centroizquierda, no parece ser el clivaje adecuado, por tentador que sea. Con las oposiciones marcando en conjunto en torno al 60% de los votos, Jara no puede partir excluyendo a nadie, ni juzgando con cierta superioridad moral a quienes nacieron en otra cuna que la suya. Mal que mal, eso no se elige; lo que se elige es lo que se hace con eso. Un proyecto progresista que quiere conquistar mentes y corazones de manera lo más amplia posible no puede señalar la línea divisoria en aquello que no es resultado de decisiones, opciones y caminos que cada cual tomó. Otra cosa distinta es destacar lo que se ha hecho para salir adelante partiendo de un punto de inicio adverso y carente de privilegio alguno, como es su caso.
Un segundo aspecto que hace problemático ese clivaje pueblo-élite es que es caer en las categorías de polarización emocional de los populismos radicales actuales en boga. En la lógica de ellos y nosotros, siendo los otros enemigos acérrimos en vez de adversarios políticos legítimos, que merecen respeto y espacio en la sociedad. Como explica la socióloga Eva Illouz, es la exacerbación de emociones negativas lo que impulsa hacia el triunfo a liderazgos como los de Netanyahu o Trump. El miedo, la rabia y el resentimiento hacia “otros” a quienes culpar y eventualmente deshumanizar. Y da para todo: Trump, de hecho, se sitúa a sí mismo como “pueblo”, a pesar de ser un millonario, versus lo que él ha definido como la despreciable y privilegiada élite demócrata. Una candidatura que aspira a ser la de una amplia coalición de centroizquierda -no solo del PC, como se repite una y otra vez- no podría caer en un patrón usado por quienes se quiere derrotar en las urnas.
Y, más importante aún, lo que la candidatura debe proveer es una conexión con las preocupaciones reales de las personas que nacieron en cuna sin privilegios y siguen ahí, viviendo vidas precarias y vulnerables. Y estas son, encuesta tras encuesta: seguridad y economía. Estas propuestas centrales han brillado por su ausencia, a pesar de que ya ha pasado un mes desde la primaria. Ya que Jeannette Jara evaluó con nota roja a la ministra del Interior de su propio gobierno, ¿qué va a hacer distinto exactamente? ¿Con qué propuesta pretende conquistar y convencer? ¿Con qué técnicos y expertos y expertas?
Y en economía, ¿cómo va a fomentar la inversión? ¿Cómo va a lograr que Chile crezca más? Con un desempleo alto -8,9%- ¿qué pretende hacer para aumentar el empleo formal? Especialmente el de las mujeres, cuya cifra ya roza los dos dígitos. Las siete páginas de su programa original fueron catalogados por la candidatura socialdemócrata como “kirchnerista”. ¿Qué se ha ofrecido para asumir que esas ideas, incluida la de crecer por “demanda interna”, se han reemplazado por otras que realmente funcionen para lograr estos objetivos? En ese sentido, su equipo económico, presentado esta semana -y más allá de sus trayectorias- no provee un horizonte de certidumbres y estabilidad en materia económica, como sí lo fue la nominación de Mario Marcel para Boric.
Es cierto que el desorden y el canibalismo de las derechas han permitido que la candidatura del oficialismo pase más desapercibida en su dificultad de confluir en un proyecto coherente y que realmente pueda llamarse a sí mismo de centroizquierda. También es cierto que Jara ha logrado la adhesión de la DC y avanzar en una lista única parlamentaria, méritos no menores. Pero el tiempo se está acabando.
Más que separar entre las cunas de oro y de mimbre, lo que la candidata le debe explicar al país es su propuesta para que la cuna no marque el destino. Para que las personas -independientemente de donde hayan nacido- puedan desplegar sus capacidades y talentos, salir adelante y dejar atrás la precariedad.
Y nada de eso se puede lograr sin tener un empleo de calidad y la seguridad de poder salir a la calle.
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