
Los límites de la política del cortisol

El cortisol es conocido como la hormona del estrés, la que el cuerpo secreta cuando está en una situación de amenaza inminente. Activa la respuesta de ataque o fuga, que permite enfrentar riesgos rápido. Sin reflexión, matices ni demora.
Cuando se siente miedo, el cortisol lo inunda todo.
Desgraciadamente, la apelación al miedo -y la activación del cortisol- es lo que más está rindiendo electoralmente, en todas partes. Asustar a la gente, luego poner el foco de la responsabilidad afuera para explicar ese miedo (los “otros”, el exogrupo) y así capitalizar ese miedo y esa rabia electoralmente. “La naturaleza del miedo es muy volátil y se deja llevar fácilmente por la retórica”, como dice la filósofa Martha Nussbaum.
También pasa en Chile, en que algunos se dedican casi solo a fomentar el miedo y la rabia, con el relato de que Chile se está “cayendo a pedazos”. Como si Chile fuera el país que encabezara los rankings mundiales de criminalidad, migración desbordada u homicidios. No estoy diciendo que Chile no tenga problemas de criminalidad y de migración, los tiene, y graves, pero la evidencia muestra que Chile no es el peor país, ni del mundo, ni de la región. De hecho, hay menos homicidios en Chile que en el admirado y pacífico Uruguay.
Cuando José Antonio Kast, por ejemplo, habla de un “gobierno de emergencia” está apelando a ese miedo catastrófico, lo cual, a todo esto, su campaña ha usado -muy estratégicamente- para no contestar ninguna otra pregunta que no sea acerca de criminalidad, migración y -un poco- economía. (Especialmente no habla de las materias que le valieron mucho menos votos en el 2021: derechos de las mujeres, por ejemplo).
Pero la apelación de Kast rinde, porque el temor en Chile sí es de los peores del mundo. La encuesta The Global Safety Report 2025 de Ipsos muestra que América Latina y el Caribe, y África subsahariana, siguen siendo las regiones donde las personas se sienten menos seguras a nivel mundial. Y Chile es el sexto peor país del mundo en este ranking. Solo están peor Ecuador, Liberia, Botswana, Lesotho y Sudáfrica (todos países con índices de criminalidad muchísimo más altos).
Por el lado del oficialismo, también se está aportando a la política del cortisol. Por ejemplo, cuando se apela al miedo a la ultraderecha como razón principal para votar por la candidata Jeannette Jara. Es cierto que la amenaza de los liderazgos de extrema derecha son serios -es cosa de ver lo que está pasando hoy en Estados Unidos, o lo sucedido en el Brasil de Bolsonaro, o en la Hungría de Orban. Es altamente atemorizante, al menos para todos quienes creen en la democracia, y su respeto al Estado de Derecho, la libertad de expresión y el pluralismo.
Pero una candidatura no puede basarse solo en eso: la alternativa a la derecha radical de Macron en Francia es bien distinta a la de Gustavo Petro en Colombia…
La política del cortisol rinde, pero tiene limitaciones.
En primer lugar, rebaja la autoexigencia a los candidatos. Los hace ser menos enfocados a la hora de mostrar su visión para Chile y sus propuestas. Si el asunto principal es expandir temor, y apretar ese gatillo, en la práctica se escabullen de la obligación de pensar y expresar cuáles son sus ideas centrales, así como sus posturas básicas en aquellas materias en que una jefatura de Estado debe definirse.
En segundo lugar, cansa y agota al electorado estar en modo “ataque o fuga”. Una encuesta de Criteria muestra que la gente no cree mayoritariamente que el país se esté cayendo a pedazos. Un 38% no piensa así; un 20% no está de acuerdo ni en desacuerdo, y solamente el 42% se identifica con esa frase de que Chile se está cayendo a pedazos. Es decir, un juicio minoritario, dividido y bien ideológico. Las personas, en su mayoría, no quieren que esto sea, ni que se haga, verdad. Quieren esperanza de algo mejor, no la profecía catastrófica autocumplida.
Algo similar pasa en el caso de la candidatura de Jara: todo indica que hoy la amenaza de la ultraderecha ya no rinde como en el 2021. El voto de las mujeres, que se inclinó en ese entonces por el candidato Boric, en parte importante por miedo al retroceso en sus derechos si ganaba Kast, hoy no se estaría comportando de ese mismo modo. Si bien las mujeres jóvenes -de menos de 30- se inclinan decisivamente por Jara, Kast ya no gatillaría el mismo temor en las mujeres mayores de 30, según la encuesta Panel Ciudadano UDD. Habría roto, aparentemente, el techo que tenía con el voto femenino.
Por último, la política del cortisol manipula emocionalmente a los electores, llevándolos hacia estados regresivos, de menor o nula racionalidad, y de mínima posibilidad de pensar en un proyecto de futuro compartido con quienes no piensan ni votan como ellos. ¿Cómo se puede gobernar después, decir que habrá unidad nacional, si se ha ganado asustando y dividiendo a los chilenos, volviendo a unos contra otros?
Si se siembra miedo, se cosecha rabia.
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