Por Carlos MeléndezSiempre tendremos Parisi

Chile se sorprende en cada elección presidencial con lo mismo: Franco Parisi. El respaldo electoral del candidato del PDG es sostenido y creciente: 10% en 2013, 13% en 2021 y 20% hace unos días. Sebastián Edwards ha pronosticado que este apoyo seguirá aumentando en cuatro años al punto de conducirlo a La Moneda. En otras palabras, todo parece indicar que siempre tendremos Parisi.
Veamos los motivos del asombro. Gran parte de los políticos y analistas se aproximan a la política chilena en términos ideológicos, como si la sociedad pudiese simplificarse a reconocerse de derecha y de izquierda. Ambas etiquetas han servido como un atajo cognitivo potente en la historia electoral chilena, al punto de poder funcionar como una identidad social perdurable, originada en la lucha democrática contra la dictadura pinochetista. Pero hay que aceptar que un sector creciente se escapa de estos parámetros, por rechazo o simplemente hastío de la política elitista de coaliciones, componendas y “más de lo mismo”.
Sugiero una hipótesis distinta que abarca a la mayor parte de la sociedad. Clasifiquemos al electorado según sus anticuerpos. A aquellos opuestos a todo tipo de legado o conexión con el pinochetismo; a aquellos que repelen el radicalismo comunista, sus asociaciones e implicancias; y a los que rechazan la disputa política tradicional entre estos dos campos. No todos los “izquierdistas” entran en el primer grupo ni todos los “derechistas” en el segundo. Pero lo más importante, así capturamos analíticamente a un tercer grupo que se escabulle de las encuestas. En contextos de “crisis de representación”, la movilización “en contra de” es más eficiente y efectiva. Así lo demuestran las victorias del “Rechazo” y el “En Contra” en los plebiscitos constituyentes recientes.
Este diagnóstico corregido es relevante para comprender que los votos no tienen dueño. Ni los por Jara son completamente por ella, ni los por Matthei son absolutamente endosables a Kast. Pero, sobre todo, por más que “siempre tendremos a Parisi”, no estamos frente a un caudillo con capacidad de endose sino ante un pararrayos de la desafección. No hay capacidad de agencia para decidir por el futuro de estos votos.
La sociedad chilena yace en dos ejes de confrontación: la ideológica (izquierda vs. derecha) y la sociológica (“ni fachos ni comunachos” como proxy de antielitismo). Esto es importante de cara al ballotage porque en el segundo eje no estamos ante un elector “de centro”. Sino ante un elector antiestablishment -que no es moderado ni independiente sino antisistema- que inclinará la balanza hacia quien mejor resuene con su bronca o su indiferencia. Kast tiene la ventaja por haber roto, en su momento, con la tradición de Chile Vamos y por confrontar al incumbente; Jara, en cambio, sustenta a quienes están en el poder. Pero la suerte no está echada para la comunista si es que consigue generar atractivos antielitistas. La izquierda chilena tiene una larga experiencia movilizando estas sensibilidades, aunque hoy está ganada por la frivolidad.
Por Carlos Meléndez, cientista político
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