Por Jorge ClaroUna reforma tributaria integral para el nuevo gobierno

Chile necesita algo más que una reformita para recaudar un poco más. Necesita cambiar la estructura tributaria: dejar de castigar el trabajo formal y el emprendimiento, y reemplazar esos malos impuestos por gravámenes unitariamente muy bajos pero masivos, aplicados al consumo y al uso de bienes y servicios que hoy casi no contribuyen.
La propuesta que resumo busca precisamente eso. Mantiene un esquema simple: impuesto a la renta plano de 10% para empresas y personas, con exención total para los cuatro primeros deciles. Así se alivian fuertemente los desincentivos a invertir, contratar y formalizarse, al tiempo que se simplifica el sistema y se reduce la evasión. El efecto conjunto de bajar la tasa corporativa y simplificar la personal sigue siendo levemente positivo en recaudación.
La mayor novedad está en los nuevos impuestos sanos. Primero, un cobro a los pasajeros aéreos: US$20 por pasajero en vuelos internacionales y US$10 en vuelos nacionales, que aportaría cerca de 0,5% del PIB. Segundo, un impuesto interno a los servicios logísticos por tonelada manipulada (puertos, aeropuertos, depósitos, zonas francas), del orden de US$100 por tonelada, con una recaudación estimada de 3,4% del PIB, diseñado para ser plenamente compatible con la OMC y los TLC, porque grava servicios internos y no las exportaciones.
Tercero, un cargo por kilómetro recorrido en la red vial pública: del orden de $50 por km para vehículos livianos y $100 para pesados, expresado en UF, con exención para quienes recorren muy poco. Este instrumento, ya usado en varios países, podría recaudar alrededor de 2,3% del PIB, reflejando el uso real de la infraestructura y la contaminación asociada, y trasladándose a unos pocos pesos por kilo transportado.
A esto se suma la igualación del impuesto al diésel con la gasolina, que añade cerca de 0,7% del PIB, y una reforma clave del IVA: subir la tasa de 19% a 22%, pero devolviendo el IVA pagado a los hogares de menores ingresos (100% al primer decil, 75% al segundo, 50% al tercero y 25% al cuarto). El resultado neto es un aumento de recaudación de unos 0,6% del PIB, convirtiendo por fin al IVA en un impuesto con componente progresivo.
En paralelo, se eliminan impuestos de baja recaudación y alta complejidad, como herencias y ciertos actos jurídicos, y se financia la eliminación de las contribuciones de la primera vivienda, sustituyendo esos recursos con parte de la recaudación general y fortaleciendo el Fondo Común Municipal. El costo de estas rebajas es cercano a 0,6% del PIB, ya descontado en los cálculos.
En conjunto, la reforma genera un aumento bruto de recaudación del orden de 7,22% del PIB, de los cuales alrededor de cinco puntos quedan disponibles para financiar un paquete potente de políticas públicas: subsidios a la contratación formal de jóvenes y mujeres, un impuesto negativo al ingreso para los trabajadores de bajos salarios, un programa nacional de educación y estimulación temprana para niños menores de cinco años, más recursos para seguridad y la eliminación del préstamo previsional obligatorio al Estado.
El resultado sería un sistema más simple, estable y enfocado en la inversión y el empleo, que cobra poco por unidad pero a muchos, y que utiliza parte del mayor ingreso fiscal para devolver impuestos y focalizar subsidios.
En síntesis, una reforma que no sube la carga tributaria por subirla, sino que la reorganiza para que Chile pueda crecer más, recaudar mejor y reducir de manera efectiva la pobreza y la desigualdad extrema, al punto de pasar del cuarto lugar al primero en el ranking de Ginis en Latinoamérica y a uno de los mejores de la Ocde.
La mayoría de estas ideas las vengo planteando desde hace mucho tiempo, sus aumentos y disminuciones de recaudaciones están cuantificados rigurosamente y curiosamente, nunca nadie les ha hecho caso. Ni en el gobierno ni en el sector Privado. ¡Exijo una Explicación! ¡Plop!
*El autor de la columna es ingeniero civil y comercial de la UC
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