
Una respuesta efectiva contra el virus sincicial

En medio de tantas preocupaciones cotidianas en salud —listas de espera, licencias médicas, déficit presupuestarios— a veces cuesta detenerse a reconocer cuando algo funciona bien. Hoy quiero compartir una buena noticia que nace desde nuestra salud pública: la exitosa incorporación del medicamento nirsevimab en el plan nacional para prevenir el virus respiratorio sincicial (VRS).
El VRS es un virus conocido por las familias chilenas. Cada invierno afecta principalmente a lactantes, provocando bronquitis, neumonía y, en casos graves, hospitalizaciones en unidades de cuidados intensivos. Muchos padres han vivido la angustia de ver a sus hijos conectados a ventilación mecánica o estar hospitalizados varios días. Durante décadas, este virus ha saturado los servicios pediátricos, exigiendo grandes recursos en camas, urgencias y personal sanitario.
A veces, la ciencia tiene algo de caprichosa. ¿Quién hubiera pensado que, después del peor invierno para lactantes registrado en 2023, surgiría un medicamento innovador y Chile daría un salto pionero al ser el primer país del hemisferio sur en incorporarlo en su Programa Nacional de Inmunizaciones? Y que, apenas un año después, estaríamos celebrando que, por primera vez, la salud pública chilena no tuvo que lamentar el fallecimiento de ningún lactante por esta causa.
Los recientes resultados, publicados en la prestigiosa revista The Lancet, son contundentes: se redujeron en un 77% las hospitalizaciones por VRS y en un 85% los ingresos a cuidados intensivos. Más aún: no se registraron muertes por VRS en los niños inmunizados, contrastando con décadas de cifras donde este virus fue responsable de graves hospitalizaciones y dolorosas pérdidas de vidas en lactantes.
Este logro fue posible gracias a una estrategia nacional, gratuita y universal, implementada en tiempo récord por el Ministerio de Salud, hospitales, consultorios y personal sanitario. Más de 150 mil lactantes fueron inmunizados, con una cobertura superior al 94%. Este nivel de organización es motivo de orgullo para nuestro sistema de salud y país.
Además del alivio para las familias, el impacto se sintió en los hospitales: por primera vez en años, las camas pediátricas no estuvieron al borde de la saturación durante el invierno. Más allá del ahorro económico, el verdadero valor está en el sufrimiento que se logró evitar.
Este avance refleja cómo las inversiones en prevención —cuando se basan en evidencia científica, voluntad política y sentido de equidad— generan enormes beneficios para la sociedad. Y es también un mensaje de esperanza: incluso en un sistema de salud con muchos desafíos, es posible hacer las cosas bien cuando la salud de los niños y las familias está en el centro de las prioridades.
En tiempos donde la desinformación abunda, y en ocasiones algunos intentan sembrar dudas sobre el trabajo serio de nuestra salud pública, es fundamental reafirmar que estos avances no son fruto del azar, sino de la combinación de evidencia científica, decisiones políticas responsables e instituciones sanitarias sólidas. Poner en cuestión el valor de nuestro Programa Nacional de Inmunizaciones es desconocer los logros concretos que hoy salvan vidas de niños y protegen a miles de familias chilenas.
Por Fernando Araos, médico, ex subsecretario de Redes Asistenciales.
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