Coronavirus: No se admiten niños

La semana pasada fui a comprar a una farmacia que está a dos cuadras de mi casa y en la puerta había un cartel que decía "No entrar con niños". No sé si ese papel activó en mí un detector de mensajes anti niños, pero en los días que vinieron vi señales de ese tipo en todos lados: plazas clausuradas, colegios y jardines infantiles sin clases, vacaciones de invierno adelantadas y expertos hablando de que lo más probable es que los niños volverán al colegio pasado agosto. Es como si esto se tratara de una película de terror en la que los niños interpretaran al virus maligno y quisieran salir al mundo a contagiarnos a todos.
Pero aunque lo plantee en un tono con humor, esto tiene una explicación. Según el pediatra Francisco Valenzuela, se debe a que si bien los niños no se han catalogado como población de riesgo en el caso del Covid-19, sí son unos de los principales agentes de contagio. "Cuando los niños están juntos existe la posibilidad de que se propaguen más las enfermedades. Especialmente en el caso de los bebés y los niños pequeños, que suelen limpiarse las nariz con las manos o frotarse los ojos y luego agarrar los juguetes o tocan a otros niños. Estos niños, a su vez, se tocan la nariz y se frotan los ojos. Y así es como el virus viaja de un niño a otro", explica. Además, dice, con ellos es más difícil controlar las medidas de aislamiento, ya que es complejo que un niño de menos de 8 años entienda la importancia de mantenerse a un metro de distancia de sus amigos.
A esto -dice el experto- hay que sumarle que los niños se enferman mucho en los primeros años de su vida, mientras que sus cuerpos producen inmunidad contra las infecciones. "En el caso puntual del virus Covid-19, no se sabe muy bien su causa, pero la evidencia ha demostrado que son muy pocos los menores que han requerido terapia intensiva. Pero si bien los niños no adquieren la enfermedad o lo hacen de manera muy leve, sí la transmiten, por eso no es exagerada la medida de suspender las clases que se ha tomado en muchos países".
¿Los nuevos actores secundarios?
Diversos estudios psicológicos han demostrado que el cerebro de los padres se remodela en función de la relación con sus hijos cuando nacen. "El encéfalo experimenta una transformación neuronal que favorece el apego del niño. Tanto madres y padres, como hijas e hijos, partimos de la dependencia extrema para de a poco ir avanzando hacia la autonomía personal e interdependencia sana", explica la psicóloga Isabel Serrano.
En ese camino, dice la experta, a muchos padres y madres, en un afán de perfeccionismo y sobreprotección, les cuesta soltar y avanzar hacia la autonomía de los menores y se anticipan en la satisfacción de las necesidades de sus hijas e hijos, evitándoles cualquier contratiempo. "El problema de esto es que el niño necesita sentirse querido y cuidado por sus padres para tener un buen desarrollo emocional, sin embargo, si se le protege en exceso, se le puede perjudicar más que beneficiar", dice Serrano, quien reconoce que es un fenómeno que en las últimas décadas viene en alza.
"En consulta se ha visto un aumento de casos en que los padres han convertido a los menores en el centro de todas las atenciones, ocultándoles así de cualquier peligro. Y este es un error, ya que los padres tienen que dejarlos evolucionar para no entorpecer su desarrollo", agrega.
En estas semanas en que todo ha cambiando, es curioso el fenómeno que se ha dado con los niños, quienes -dice la psicóloga- han pasado de ser los protagonistas a los personajes secundarios. "En psicología siempre hacemos una analogía de la sobreprotección y hablamos de los niños dentro de una especie de invernadero. Pero en estos días de encierro, donde el estado físico de las niñas y niños es mucho más cercano a esa analogía -por estar confinados en sus casas- ha sido el momento en que los padres han caído menos en aquello de la sobreprotección".
Primero, explica Isabel, porque parte de la sobreprotección tiene que ver con darles en el gusto y satisfacerlos en todo lo que requieren y las condiciones sociales no lo permiten, pero, además, porque como no son los menores los que se han presentado como la población de mayor riesgo, sino que otros grupos como los adultos mayores, a los padres se les abrió otro mundo de cuidados y preocupaciones.
"Por un momento tuvieron que dejar de ser tan 'hijo-céntricos', explica. Y concluye: "Al igual que desde el punto de vista médico, donde no hay certezas y se aprende cada día algo nuevo de este virus, quizás desde el punto de vista psicológico y específicamente de crianza, esta pandemia también nos va a llevar a cuestionar algunas certezas. Es muy pronto para analizar, pero tal vez una primera lección tenga que ver justamente con el protagonismo y la sobreprotección de los hijos: debemos dejarlos aprender y equivocarse, porque eso seguro los hará más fuertes".
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