Aunque aún no haya alcanzado una gran notoriedad, una de las cepas blancas de mayor categoría es el riesling, variedad muy antigua que encuentra su origen en Alemania, país donde actualmente se sigue concentrando la mayor parte de su producción, siendo seguida por la región de Alsacia, en Francia.

Hoy los grandes riesling alemanes, en especial los provenientes de los viñedos a orillas del río Mosela, gozan de altísima calidad y de una gran consistencia. Pero esto no siempre fue así. O por lo menos, no después de las dos Guerras Mundiales. Ellas, más una compleja ley de clasificación y etiquetado de por medio, obligaron a que en el periodo postguerra las bodegas alemanas dieran un giro en el negocio, desde la calidad hacia el volumen, dañando en el curso la reputación que décadas atrás se había logrado construir para la variedad.

Siendo una cepa que se da perfectamente en climas más bien fríos, en Chile el riesling ha encontrado un buen espacio en los valles costeros, como Casablanca o Leyda, y al sur, siendo recientemente revalorada por algunos productores, aunque existe ya hace varios años en el país.

El resultado: vinos de acidez alta, pero con cuerpo y textura generosa. Este tipo de riesling es perfecto para acompañar todo tipo de mariscos y pescados. Pero también se pueden encontrar ejemplares secos y semidulces, que pueden ser muy versátiles en la mesa. En mi opinión, algunos de los mejores vinos dulces del mundo son producidos con esta cepa.

Definitivamente, un vino al que -si aún no lo ha probado- hay que darle una oportunidad.

Gerente Viña De Martino Wine MBA Bordeaux Management School