Importancia de fomentar el emprendimiento
A lo largo de la historia, la palabra “emprender” ha ido sumando significancia dentro del mundo de los negocios y la innovación, adquiriendo sentidos que definen cada vez más a un emprendedor. En latín emprender significa “coger o tomar” y su derivado “emprendedor” se aplicaba a aquellos que eran considerados aventureros.
En 1934, Joseph Alois Schumpeter describió a los emprendedores como “innovadores que buscan destruir el status quo de los productos y servicios existentes para crear nuevos productos y servicios”; en 1964, Peter Drucker comentaba que “un emprendedor busca el cambio, responde a él y explota sus oportunidades. La innovación es una herramienta específica de un emprendedor, por ende, un emprendedor efectivo convierte una fuente en un recurso”.
Llegando a la contemporaneidad, una de las definiciones de emprendedor más reconocida es la que da Steve Jobs, ex CEO de la compañía más valiosa del mundo, que dice: “Porque los que son lo suficientemente locos como para pensar que pueden cambiar el mundo... son los que lo logran...”.
En Chile, según el reporte de GEM Chile, se estima que 24,3% de la población adulta del país (18-64 años) está involucrada en un emprendimiento en etapas iniciales. Desde hace un año, soy parte de esa estadística. Sin embargo, hasta principios de 2014 mi relación con el emprendimiento era solo un anhelo alimentado por mi constante lectura de artículos acerca del tema a nivel nacional y/o mundial y mi curiosidad por los productos o aplicaciones innovadores que se lanzaban.
Cuando finalmente logré decidirme a emprender, entré en ese submundo con muchos prejuicios personales, dados principalmente por mi historia laboral hasta la fecha, que siempre se había desarrollado en empresas estructuradas y ya consolidadas. Con esta herencia de prejuicios y con el mismo miedo al fracaso que manifiesta el 38% de los chilenos que quisieran emprender, me acerqué a la Asociación de Emprendedores de Chile (ASECh).
Allí pensé que encontraría solo sueños y pocas concreciones, proyectos débiles y tal vez hasta inviables. Sin embargo, descubrí grupos de personas de las más variadas disciplinas, edades y con ideas que se superaban a sí mismas cada día, y que superaban a mi juicio el concepto de “emprendedor” que puede tener cualquier persona común, donde me incluyo. La potencia de esas ideas se transmitía en un flujo de energía constante generando una importante sinergia, la cual me ayudó a seguir adelante cada vez que pensaba que era el final del camino.
El 27% de los que han emprendido y fracasado no volvería a intentarlo porque opinan que solo se premia el éxito en este universo; sin embargo, dada la cantidad de habilidades positivas que considero que se sumaron a mi persona luego de esta experiencia, puedo recomendar que se debería incluir en cualquier equipo de trabajo a emprendedores que incluso han fracasado, y que incluso sería un punto a destacar en cualquier currículo y no un punto de vergüenza, ya que todo el conocimiento adquirido en el trayecto es un importante capital cultural que aportará solamente frutos a futuros proyectos propios de cualquier compañía.
Esta experiencia propia me lleva a afirmar que un entorno de emprendedores que constantemente se proponen desafíos creativos y buscan generar herramientas para el éxito es altamente influyente en el funcionamiento de todas las empresas, ya que aumentará el rendimiento de los trabajadores e influirá positivamente en el crecimiento en materia de innovación en todos los ámbitos.
Si fomentamos el emprendimiento y nos conectamos con círculos de emprendedores, aumentaremos nuestra capacidad de innovación y, por tanto, la eficiencia de nuestros recursos empresariales y sobre todas las cosas creceremos como país más allá de nuestras materias primas.
*El autor es Ceo-Co-owner TOTH, ganador EDA 2014 y egresado MBA 2003 del ESE.
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