Por Alexis Paiva MackLa historia del hombre que fue encarcelado por 40 años y sentenciado a muerte por un crimen que nunca cometió
Una investigación finalizada en 2024 determinó que César Fierro, quien había sido sentenciado a muerte en 1980 en EEUU, no había sido responsable del asesinato del que se le acusó. Dos documentales relatan el caso del mexicano y cómo ha sido su proceso de adaptación desde que salió de la cárcel.

Fueron más de 40 años los que César Fierro pasó en la cárcel en Estados Unidos, antes de que se presentara una investigación en la que se confirmó que él no había sido el autor de un crimen del que se le había acusado y que le significó una sentencia de pena de muerte.
De esas cuatro décadas, permaneció la mitad en confinamiento solitario. Y, según denunció, fue víctima de abusos por parte de los oficiales penitenciarios.
Fierro, quien hoy tiene 69 años, nació en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, la cual se encuentra ubicada en el norte de México.
Para finales de la década del 70, se desempeñaba como recolector de chiles en El Paso, Texas.
Según confirmó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México (CNDH) en una investigación que se desarrolló entre 2021 y 2024, lo coaccionaron a firmar una confesión por el asesinato de un taxista, pese a que no había cometido el asesinato.
En aquel momento, Fierro firmó el documento, luego de que las autoridades de Ciudad Juárez le informaran, por vía telefónica, que un agente había detenido a su madre y a su padrastro.
Le dijeron que, si no se adjudicaba el homicidio, ambos serían torturados.
Fierro firmó tras escuchar esa amenaza. Y, luego de la liberación de su madre y su padrastro, se retractó de inmediato.
Sin embargo, ya era demasiado tarde.
El mexicano pasó 40 años en el corredor de la muerte en Estados Unidos, periodo en el que fue alertado en 17 ocasiones de que estaba próximo a recibir la inyección letal.
Aunque posteriormente fue liberado por las autoridades estadounidenses, nunca se le permitió apelar su culpabilidad, ya que los tribunales consideraron que su solicitud fue presentada fuera de tiempo y quedó bloqueada por un asunto procesal.
La historia de Fierro llamó la atención del cineasta Santiago Esteinou, quien realizó dos documentales sobre su vida.
El primero, titulado Los años de Fierro (2014), narra su caso legal. El segundo, La libertad de Fierro (2024) relata cómo ha sido su proceso de adaptación desde que salió de prisión.
En una reciente entrevista con la BBC, Fierro lamentó: “La justicia me quitó todo. Si me pasó a mí, le puede pasar a cualquiera. Estoy libre, pero no me queda mucho tiempo de vida”.
La historia de César Fierro, el hombre que fue encarcelado por 40 años y sentenciado a muerte por un crimen que no cometió
Fue en febrero de 1979 cuando la policía de El Paso, Texas, encontró el cadáver baleado de un taxista llamado Nicolás Castañón.
Cinco meses más tarde, Fierro fue arrestado mientras visitaba a uno de sus hermanos en una penitenciaría de la mencionada ciudad estadounidense, bajo la acusación de que intentaba ingresar drogas a la prisión.
El mexicano aseguró al citado medio que los guardias lo revisaron, pero que no encontraron nada. No obstante, quedó detenido.
Mientras estaba bajo custodia, recibió una llamada telefónica de las autoridades de Ciudad Juárez. Le advirtieron que un agente llamado Jorge Palacios, quien era miembro del servicio secreto de la policía, había detenido a su madre y a su padrastro.
Dijeron que si no accedía a firmar la culpabilidad por el crimen de Castañón, ambos serían sometidos a torturas.
Las amenazas llevaron a que Fierro asumiera la responsabilidad del homicidio.
Dicha versión fue confirmada por la investigación de la CNDH.
De acuerdo a un comunicado del organismo al que tuvo acceso la BBC, los agentes municipales efectivamente retuvieron a sus familiares y amenazaron con “causarles daños físicos mediante prácticas de tortura, situación que obligó a César Fierro a aceptar su culpabilidad”.
Un memorial del Caso Avena —una demanda que México presentó contra Estados Unidos a principios de la década del 2000 en la Corte Internacional de Justicia, por la violación de derechos consulares de varios de sus ciudadanos acusados criminalmente— detalla que más tarde “Fierro se retractó de su confesión” y “declaró que era inocente”.
“Había confesado únicamente por miedo a que sus padres fueran brutalmente torturados por la temida policía de Juárez”.
Según la investigación del CNDH, Palacios era miembro de la Brigada Blanca, grupo paramilitar con antecedentes de tortura que operó en México entre las décadas de los 70 y 80.
El organismo determinó que no había pruebas físicas que lo relacionaran con el crimen. Por otro lado, había testimonios en los que se aseguraba que estaba en su departamento en el momento en que ocurrió el asesinato.
Ante la falta de pruebas que lo vincularan directamente con el crimen, la acusación en contra de Fierro se basó en la confesión firmada por él mismo y en la declaración de un joven de 16 años que dijo haber estado en el taxi y haber visto al mexicano disparar el arma.
El caso derivó en que fuese declarado culpable y sentenciado a muerte en 1980, año desde el que recibió 17 avisos de que recibiría la inyección letal. Sin embargo, ninguno de estos se concretó.
La primera mitad de su aislamiento la pasó en la Unidad Ellis I, en el Condado de Walker, mientras que en 1999 fue trasladado a la Unidad Polunsky.
En medio de ese periodo de reclusión, en 1994, un juez determinó que había “una fuerte probabilidad de que la confesión del acusado fuera coaccionada por la policía de Ciudad Juárez”.
No obstante, a raíz de tecnicismos jurídicos, se le negó un nuevo juicio.
Fierro relató a la BBC que, durante sus años de reclusión, estuvo en una celda de 3 por 3 metros, mientras que también pasaba 23 horas diarias sin luz natural y sin interactuar con otras personas.
Dijo que los oficiales penitenciarios cometían actos de abuso, entre los que se encontraron tirarle “gas” y negarle la comida, además de privarlo de su medicación para la ansiedad y la depresión.
Refiriéndose a las múltiples instancias en las que le avisaron que recibiría la inyección letal, declaró al citado medio: “La primera vez que me dieron una fecha de ejecución, estuve a cuatro horas de morir”.
“Yo no me preocupaba, ¿por qué? Porque no hice nada malo. Siempre pensé que tarde o temprano iba a salir... y pasó”.

Cómo fue la liberación de César Fierro, el hombre sentenciado a muerte por un crimen que no cometió
A principios de 2020, en medio de las restricciones relacionadas a la pandemia del Covid-19, un tribunal de Texas anuló la sentencia de muerte, luego de determinar que hubo una serie de errores durante el juicio.
Fierro quedó con condena de cadena perpetua, pero con derecho inmediato a libertad condicional.
El 14 de mayo de ese año se le concedió la libertad.
Fue deportado a México, sin posibilidad de apelar su culpabilidad.
Para ese entonces su madre ya había fallecido, mientras que tampoco tenía trabajo, dónde vivir, ni una red de apoyo.
A esto se le sumó que las décadas que pasó en prisión dificultaron su proceso de adaptación, según afirmó a la BBC.
“La pandemia me benefició en cierto modo. Si hubiese estado todo normal, me hubiera ido muy mal. Pero como había menos gente en la calle, tuve la oportunidad de adaptarme mejor, aunque no me he adaptado del todo”.
Frente a esta situación, Esteinou le facilitó un lugar para vivir.
Pese a que la CNDH recomendó al Estado mexicano ofrecerle una disculpa pública, ayuda psicológica y una compensación económica, entre otras medidas, ninguna de estas se ha concretado.
Para reinsertarse socialmente, Fierro ha tomado cursos de cocina, practica taichí y participa en clases de inglés en un centro comunitario.
Aunque es consciente de que el proceso no será inmediato, asegura que está realizando todos sus esfuerzos para recuperarse.
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