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Chile–China: del primer paso diplomático a una alianza comercial y agrícola robusta que seguirá afianzándose

El 1 de octubre de 2025 es la gloriosa festividad del 76º aniversario de la fundación de la República Popular China. Y también en este año, Chile y China cumplen 55 años de relaciones diplomáticas. No fue un gesto menor: Chile fue el primer país sudamericano en reconocer a la República Popular China en 1970. Esa temprana decisión abrió una puerta que hoy sostiene nuestra principal relación económica más allá de los minerales y, sobre todo, un puente para el agro y la industria forestal que debemos profundizar con inteligencia. La visión estratégica de entonces explica la densidad de la agenda actual: cooperación científica, acceso preferente y un diálogo político estable.

La vanguardia chilena no quedó ahí. Fuimos también los primeros en América Latina en firmar un Tratado de Libre Comercio con China (18 de noviembre de 2005), vigente desde octubre de 2006, y perfeccionado en 2019 para sumar disciplinas modernas como servicios, inversiones y comercio electrónico. Ese marco redujo gradualmente aranceles hasta cubrir cerca del total del universo arancelario. En el vino, por ejemplo, el arancel bajó a cero en 2015, lo que impulsó su expansión y consolidó marcas chilenas en el exigente mercado chino. El TLC, en suma, es la autopista por donde circulan nuestras cerezas, uvas, vinos, celulosa y carnes blancas.

Los resultados son elocuentes, el comercio silvoagropecuario con China saltó de US$459 millones en 2006 a US$6.866 millones en 2024. Las exportaciones pasaron de US$427 millones a US$6.606 millones, una variación de 1.446% (variación anualizada ≈ 16,4%), mientras que las importaciones subieron de US$32 millones a US$261 millones (+720%, variación anualizada ≈ 12,4%). Con un saldo comercial consistentemente positivo, China se consolidó como el socio gravitante del agro chileno y el ancla de internacionalización para pymes y grandes actores del sector.

US$6.866 millones alcanzó en 2024 el comercio silvoagropecuario con China.

Pero la relación no es solo comercio. La Granja Agrícola Demostrativa Chile–China, ubicada a ~60 km de Beijing (municipio de Tianjin), cumple dos décadas como vitrina tecnológica, sitio de ensayo y formación técnica. En 2024 se renovó el acuerdo por el período 2024–2027 y, junto con ello, las partes reforzaron el compromiso de levantar su símil en Chile. Ese paso se concretó en 2025 con la firma de un acuerdo entre la Universidad de Chile y Tianjin Nongkenjingang para instalar una granja demostrativa en la Estación Experimental Germán Greve Silva (Maipú): una plataforma binacional de I+D, extensión y transferencia que puede acelerar la adopción de tecnologías de punta.

La promoción en destino también ha sido consistente. La presencia en ASIA FRUIT LOGISTICA (Hong Kong) —hoy el principal hub ferial de la fruta fresca en Asia— y otras vitrinas del ecosistema chino, más la Chile Week —que en 2024 tuvo su novena edición con actividades en Beijing, Hangzhou, Chengdu y Guangzhou—, han posicionado con fuerza nuestra oferta, profesionalizado la comercialización y abierto canales digitales imprescindibles para competir en China. Estas acciones, además, han permitido perfilar ciudades del interior, nichos premium y ventanas comerciales alineadas con el Año Nuevo Lunar.

En la canasta exportadora, las cerezas son el emblema del agro chileno en China: su temporada coincide con la mayor fiesta del país y concentra un volumen creciente de ventas y campañas de marketing cada vez más sofisticadas. La uva de mesa avanza con recambio varietal y estrategias de e-commerce, mientras que el vino —con arancel cero desde 2015— mantiene reconocimiento de marca aún en este mercado tan competitivo. En el frente forestal-industrial, la celulosa tiene en China su principal destino por valor, convirtiéndose en un pilar del vínculo bilateral y amortiguador de ciclos.

¿Qué viene? Tres prioridades para asegurar que la segunda etapa de esta alianza sea aún mejor que la primera.

Protocolos y logística de frío: más trazabilidad y certificación electrónica para reducir rechazos, estandarizar calidad y suavizar la volatilidad de precios.

Omnicanalidad: combinar retail físico con marketplaces y live commerce chinos, integrando analítica de datos para fijación de precios y segmentación por ciudad.

Sostenibilidad y calidad verificable: avanzar en huella de carbono e hídrica, envases reciclables, certificaciones y narrativa de origen —“del huerto a la mesa”— que refuercen la promesa de calidad superior del agro chileno. Con 55 años de trayectoria, un TLC vigente y moderno y un ecosistema de cooperación que se expande (de Tianjin a Maipú), Chile está en posición de pasar de vender productos a vender confianza. Ese es el upgrade que necesitamos: más ciencia, mejores procesos y una identidad sustentable que conquiste al consumidor chino del 2030.

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