Cartas al Director

”Kast y la religión”

SEÑOR DIRECTOR:

En su columna, titulada como esta carta, Benjamín Salas incurre en una contradicción típica del liberalismo que busca representar. Afirma que la política necesita ética y convicciones, no teología ni dogmas, como si existiera una ética “pura”, sin trasfondo filosófico, moral o religioso. La exaltación de la autonomía individual implícita en el ideal de “vivir conforme a las propias preferencias” es, en sí misma, un dogma: erige la libertad como valor supremo por sobre cualquier otra concepción del bien humano. Fingir que ello no responde a una cosmovisión es, al menos, ingenuo.

Resulta entonces paradójico que, so pretexto de garantizar la convivencia de múltiples creencias, se excluya a aquellas inspiradas en la fe. Esa pretendida neutralidad termina imponiendo un credo secular que exige compartir cierto horizonte normativo. Ya Tocqueville advirtió que la democracia requiere de un sustrato moral que no genera por sí sola; sustrato que en Occidente provino de la tradición judeocristiana. Negar ese vínculo es sostener que sólo la moral secular puede informar la deliberación pública, olvidando que toda tradición –incluso la liberal– nace de una visión del bien humano. La cristiana es tan legítima como cualquiera que pretenda orientar la vida pública, con el agregado de que Chile se funda en ella.

Emilia García

Directora de Estudios, IdeaPaís

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