
Guns N’ Roses remece al Parque Estadio Nacional con un show cargado de clásicos
En su séptima presentación en el país, la leyenda del rock presentó un repertorio concentrado en su material más popular, matizado con su habitual interés en tributar al rock clásico. Una presentación que sonó rotunda y tuvo en el despliegue de los músicos, en especial a Slash, Richard Fortus y el debutante Isaac Carpenter, lo mejor de su espectáculo.

Tan poderoso como su directo, es el imaginario rockero que plasmó en la carne de la imagen, uno de los pilares de la pervivencia de los Guns N’ Roses en la cultura popular. Entre el público que llegó al Parque Estadio Nacional, no solo estaba el público rockero que vivió el momento de gloria del grupo en los 90’. No faltaron aquellos con los pañuelos en la cabeza, a la usanza de Axl Rose (especialmente en el público veinteañero), o quienes incluso llevaron su propia versión del sombrero de copa que define la estampa del guitarrista Slash.
En su séptima presentación en Chile, los Guns llegan como parte del tramo latinoamericano de la gira Becuase what you want & what you get are two completely different things, que arrancó en San José de Costa Rica el 1 de octubre (y que Culto pudo ver en vivo).
La actual gira mundial, que partió en mayo en Corea del Sur, ha llevado a la banda hacia puntos que no visitaban hace mucho, como la India, donde no tocaban hace 12 años, además de marcar el debut en Arabia Saudita y el regreso a Costa Rica, donde recién estuvieron por segunda vez en toda su historia.
La previa anunciaba un show extenso y un repertorio que, derechamente, honra lo mejor de la discografía del grupo. Y aunque se había anunciado el inicio del show para las 20:30, el riff de Welcome to the jungle, la canción que abrió el show (reemplazando a It’s so easy que fue la habitual en los últimos años), comenzó a sonar a las 20:44. El grupo sonó atronador; Slash mantiene intacta la técnica y su legendario tono de guitarra, el bajista Duff McKagan le aporta peso al sonido y Axl Rose despliega su habitual carisma. “Santiagooo!”, saludó.

Tras una cuenta en el cencerro, siguieron con Bad Obsession, con sus guitarras deudoras de los Rolling Stones, que Slash y el buen guitarrista Richard Fortus (quien seria como el Ronnie Wood de los Guns) despliegan con total brío.
También se debe destacar el buen sonido. Cada instrumento se hacía sentir con claridad. E incluso se distingue la voz cantada de Axl pese a que se ha vuelto algo más delgada con los años y es claro que ha perdido su tono áspero y el brillo tonal que le volvió leyenda.
En la alineación de esta noche hay un debutante en el país, el baterista Isaac Carpenter, quien sucede en el sillín a Frank Ferrer. Oriundo de Washington y de 45 años, en su adolescencia tocó en una banda de versiones de los mismos Guns. Ha trabajado en Loaded, el proyecto paralelo de Duff McKagan, además de tocar y grabar para artistas como Adam Lambert, Barbarians of California, A Perfect Circle, entre otros.
El show siguió con Mr.Brownstone, otro de los cortes clásicos del disco debut Appetite for destruction, que sonó rotunda. Definitivamente, en esta noche en Santiago el grupo suena más afiatado respecto al arranque del tour latinoamericano. Incluso Chinese Democracy, el tema que dio título al olvidable disco de 2009 (y del que sorprendentemente incluyeron cinco temas, a diferencia de los shows anteriores del tramo latino), sonó contundente gracias al bien desplegado trabajo de Slash y Fortus (quienes no lo conocen se pudieron llevar una grata impresión). También hubo momentos para el lucimiento del pianista Dizzy Reed, músico que acompaña a los Guns desde los días gloriosos.
En las pantallas pasaron unas bien trabajadas animaciones, que cargadas de colores brillantes, emulan algo de la estética de los videojuegos. Es el único toque moderno de la noche. El volumen sigue a tope al pasar por temas como It’s so easy, Pretty tied up, Shadow of your love.
Y a pesar de que ha perdido potencia en la voz, tal como queda claro al cantar la clásica Live and let die, de Wings, Axl Rose se muestra con la energía a tope, desplegando sus habituales movimientos y recorrido del escenario. Su manejo y el apoyo de los músicos (ahí es clave la tecladista Melissa Reese) le permite sobrellevar con algo de aplomo los tonos altos, e incluso la bella Yesterdays, igualmente coreada por el respetable. El asunto de la voz no pareció importarle demasiado.
Por su lado, Isaac Carpenter demostró que domina con precisión y potencia la figura de batería que abre la clásica You could be mine. El público prende la sigue con entusiasmo. Nuevamente trabajo de alto nivel en las guitarras de Fortus y Slash que lanza uno de los mejores solos de la noche (en una de sus 17 guitarras) arrancando los tonos del pedal wah wah. Siguen con Absurd, uno de los temas más recientes que el público siguió con respeto, aunque sin demasiado entusiasmo.

El habitual guiño al rock clásico, propio de la historia de Guns, tuvo un momento al interpretar Sabbath Bloody Sabbath, el legendario tema de Black Sabbath, que sonó rotundo. Lo incorporaron en su set tras participar en el concierto de homenaje Back to beginning, el último de Ozzy Osbourne antes de morir apenas 17 días después. Slash emuló sin problemas el solo original de Tony Iommi, Carpenter le imprimió la marcha pesada que era el sello de Bill Ward, y Axl cada vez se ha acomodado mejor a la canción. Incluso la banda le suma un pasaje instrumental que tributa al heavy metal. “Ozzy!Ozzy!Ozzy!”, grita Axl animando al público, que responde algo frío.
Siguen con Rocket Queen, que le da a Slash la posibilidad de lucirse con el talk box. La balada Don’t cry vuelve a animar al público, siguiendo con Knockin’ on heaven’s door, un clásico que el grupo ha hecho crecer y que suena con su sentido épico. Luego con el habitual momento de Duff McKagan, cantando New Rose un tema de The Damned, mostrando buena forma y su gusto por el punk de primera hora atronando a todo volumen. “Thank you motherfuckers”, dijo, generando las risas del público.
Hacia el final, llega el tramo de los mayores éxitos; una versión de Civil War que destiló la ambición de las versiones de estadio que montaban en la era Use your illusion. Pasaron November Rain, además del habitual solo de Slash y Sweet Child O’Mine, para acometer el remate con Street of dreams, una canción no muy conocida, seguida de la marchosa Nightrain y la siempre efectiva Paradise City, la canción con la que están cerrando en el tramo latinoamericano. Una noche en que los Guns mostraron que están en buena forma y que sus clásicos todavía suenan convincentes con una banda con oficio y profundo manejo del oficio.
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