Consumo de drogas en población escolar
El caso que afectó a un colegio de la comuna de Calama -donde alumnos de básica portaban ketamina- es un recordatorio de que las autoridades y las comunidades escolares deben poner más atención respecto de lo que ocurre al interior de los establecimientos.

El caso en que se vieron involucrados cuatro alumnos de séptimo y octavo básico de un colegio de la comuna de Calama, quienes fueron sorprendidos portando una bolsa de ketamina -un tipo de droga sintética-, ha vuelto a relevar la pregunta de hasta dónde los colegios son espacios seguros para los estudiantes -considerando la expansión que en los últimos años han mostrado los carteles del narcotráfico- y qué nivel de penetración tiene la droga en los escolares, tomando en cuenta los múltiples problemas que acarrea el consumo problemático de estupefacientes a temprana edad.
Desde luego, en diversas mediciones regionales Chile ha aparecido con altos niveles de consumo de droga a nivel de la población general, pero también a nivel escolar; de hecho, hace solo unos años los escolares chilenos ocupaban el primer lugar de las Américas en consumo de tabaco, marihuana, cocaína y tranquilizantes, dando cuenta de que la percepción de riesgo había disminuido en forma importante y que las políticas públicas no estaban siendo del todo efectivas. Afortunadamente, las cifras del Decimoquinto Estudio Nacional de Drogas en Población General han mostrado que el consumo de sustancias como la marihuana y la cocaína ha experimentado una baja -ello también se ha visto en el consumo de tabaco y alcohol-, con un consecuente aumento de la percepción de riesgo.
Sin embargo, esta disminución a nivel general no debe hacer perder de vista que los niveles de consumo siguen siendo elevados, y que en los últimos años se advierte un aumento de la prevalencia de drogas sintéticas, como la ketamina o el tusi, particularmente en la población joven. Se trata de sustancias altamente potentes y adictivas, y desde luego su elaboración más sofisticada supone que detrás hay instalaciones que permiten su fabricación y redes que luego se encargan de su distribución, donde por cierto resulta altamente preocupante que los colegios puedan ser también destino de estas sustancias.
La situación que ha ocurrido en Calama no parece ser algo generalizado, pero de acuerdo con declaraciones del Colegio de Profesores se ha vuelto común recibir alertas de docentes de diferentes zonas por casos de consumo, poniendo en duda que se trate de situaciones tan aisladas.
La autoridad y las propias comunidades escolares deben estar mucho más atentas respecto a lo que ocurre al interior de los colegios, particularmente cuando se trata de zonas que están más expuestas a la acción del narcotráfico. Un consumo temprano de drogas aumenta las probabilidades de dañar la salud mental, perjudicar el desarrollo cognitivo o bien manifestar conductas que dañen las relaciones familiares e interpersonales, condicionando gravemente el futuro de los niños. A ello cabe añadir el riesgo de que se puedan desarrollar conductas delictuales, tal como lo muestran estudios donde se recogen testimonios de personas jóvenes que han caído en el delito, donde una de las motivaciones para delinquir ha sido conseguir drogas, o hacerlo bajo los efectos de sustancias de este tipo.
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