Cuando el cineasta mexicano Guillermo del Toro recibió este año el premio de los Golden Globes como mejor director por La forma del agua, subió al escenario y dijo, entre otras cosas: "Nadie ama la vida más que nosotros (los mexicanos), porque somos muy conscientes de la muerte. La belleza de la vida convive muy de cerca con el único lugar al que todos vamos a ir… Todos en este planeta estamos en un tren cuyo destino final es la muerte. Así es que durante el viaje vamos a vivir. Tendremos belleza, amor y libertad".

Ayer por la mañana, luego de que la selección de México terminara por consumar una de las sorpresas de esta Copa del Mundo -la victoria por 1-0 ante el campeón vigente, Alemania-, recordé la frase de Del Toro. Y aunque esas palabras apuntaban en una dirección diferente -el cineasta trataba de explicar cómo era que en su cine convivían una mirada alegre de la vida y esa vocación por los monstruos tan particular de su narrativa-, siento que sirven para iluminar lo que mostró México en su debut mundialista. Sobre todo por lo hecho en esos primeros 45 minutos en los que no solo marcó diferencias claras con Alemania, sino que pudo haber ampliado el marcador, desplegando un juego realmente hermoso, en el que sus futbolistas derrocharon amor por la camiseta y supieron conjugar el apego a la brillante planificación de su técnico, Juan Carlos Osorio, con esa libertad para dejar que el talento aflorase en los momentos indicados.

Desde hace mucho tiempo que el fútbol mexicano viene reclamando un lugar en el concierto mundial. Si bien es el quinto país con más presencias en las copas del mundo -después de Brasil, Alemania, Italia y Argentina-, en sus 15 participaciones solo ha conseguido dos veces llegar hasta los cuartos de final. Precisamente las dos ocasiones en que las ofició de anfitrión: 1970 y 1986.

Sobra decir que México se ha convertido en una plaza significativa para el fútbol sudamericano. Hasta allá llegan los futbolistas que buscan una estación intermedia antes de saltar a Europa o los que sencillamente quieren una competencia con mejores ingresos y mayor espectacularidad. A pesar de esto, a pesar de ser un destino habitual de talentosos futbolistas chilenos, el fútbol mexicano siempre ha sido visto como de segundo orden -y no solo en Chile-, sin las luces ni la fuerza de una potencia futbolística. Tal vez que lo que le falta sea precisamente completar una actuación en una Copa del Mundo que sea realmente inolvidable.

De hecho, hace cuatro años, en la Copa del Mundo de Brasil, hizo una primera fase mundialista que sacó aplausos. Ganó a Camerún, igualó con los dueños de casa y derrotó a Croacia por 3-1. En octavos de final se topó con Holanda, selección a la que vencía con justicia hasta los 88 minutos de juego. Un gol de Sneijder, a dos del final, y otro de Huntelaar, a los 94, echaron por tierra el sueño mexicano.

Buena parte de los jugadores que estuvieron en Brasil hace cuatro años están también presentes en Rusia 2018. Muchos de ellos estuvieron en la cancha en la victoria de ayer. Vienen recargados. "Dame, dame, dame, dame todo el power, para que te demos en la madre" (en la madre: donde más duele), cantaba Molotov. Los dirigidos de Osorio ya tienen ese power. Que se cuiden los demás.

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