El Deportivo

Güiña

Guarello columna

No me puede caer mal Jorge Sampaoli. El personaje público, el que camina junto a la línea de cal, es un poco extravagante, algo bufo, bastante histriónico y desbocado, pero nunca irritante. Por lo menos a mí no me lo parece. Lo mismo sus destempladas declaraciones tras los partidos, tipo "tuvimos 20 ocasiones de gol". Estas exageraciones habituales, acompañadas de muy buenos resultados en la cancha, solo provocaban una sonrisa cómplice, incluso tierna. Veía un tipo algo payaso, pero querible, gran entrenador, excelente trabajando en la semana y resolviendo en la banca el domingo.

Tristemente existe otro Sampaoli. Ese que tiene una ambición sin límites y que por lograr sus objetivos es capaz de pisarle la cabeza o clavarle el puñal al que se cruce por su camino. El que hacía jugar a sus futbolistas infiltrados y no le importaba nada reventarlos o lesionarlos. Solo valía ganar el partido. El que pretendió hacer jugar el Mundial a Matías Fernández recién operado y se enfureció cuando el jugador, con toda lógica, prefirió quedarse al margen. El que cada vez que ganaba partía a la ANFP a renegociar su contrato con la amenaza de renunciar con escándalo. El que organizaba "charlas privadas" con periodistas hablando mal de sus propios jugadores y así crear un clima favorable para su muy planificada huida de la selección chilena. La misma que estuvo trabajando desde que terminó el Mundial de Brasil cuando hizo una larga gira ofreciéndose en todos lados.

El pelado en público es querible, ganador, competente. El pelado puertas adentro es un gato de campo, una buena güiña, que saca sus garras y ataca sin contemplaciones. Trató de "caradura" al dirigente de la ANFP que le informó que debía pagar su cláusula de rescisión si renunciaba a la Roja. Acto seguido, con una jactancia muy reveladora, le dijo que "en Chile ni siquiera pago un café".

La demanda a la ANFP por 3.500 millones de pesos es coherente con el Sampaoli puertas adentro. Lo hicieron pagar razonables impuestos por empresas fantasmas offshore y él lo tomó como un insulto. Ahora exige que la ANFP se los devuelva. Pero lo hermoso es la segunda parte de la demanda, cuando exige una fortuna por "daño moral" al vincularse al caso Jadue y todos sus negocios ilegales. El mismo Sampaoli que cobraba 200 mil dólares por supuestas charlas en el INAF (mandaba a Paqui a hablar con los alumnos) y el diseño de una malla curricular que nunca hizo. Sí, ese mismo que cambió doce veces su contrato con la ANFP y horas antes de que Chile jugara con Colombia y que Sergio Jadue se escapara a Estados Unidos, negoció una vez más un cambio de condiciones muy favorables, que días después obligó a ratificar en el mismo aeropuerto, previo a tomar el avión para viajar a Montevideo a enfrentar a Uruguay. Es decir, cuando ya estaba todo incendiado, seguía pegando manotazos. Un crack.

Más sobre:La columna de Juan Cristóbal Guarello

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