Casi 400 km al norte de Santiago, por la Ruta 5, se esconde un milagro de la naturaleza. A esas alturas del camino el paisaje se torna desértico. Cactus y lagartijas son lo que más abundan, pero si uno se interna unos kilómetros hacia el poniente, encontrará un bosque en medio de ese entorno, seco y agreste: el Parque Nacional Fray Jorge.

Desde hace más de 30 mil años que existe este raro y único bosque hidrófilo, igual a los que se pueden ver en la zona de Valdivia, húmedos y densos.

La pregunta es, ¿cómo puede existir algo así en la Región de Coquimbo, al lado del desierto de Atacama, el más árido del mundo? La camanchaca —esa niebla costera típica del norte— es la responsable. La que "riega" cada mañana esa zona, la nutre y la alimenta para que esa vegetación siga estando ahí después de miles de años.

En Fray Jorge existe un sendero de un kilómetro, bien delimitado y apto para personas en situación de discapacidad, con mínima pendiente y que se puede recorrer en una hora. A lo largo de ese camino se va descubriendo una frondosa vegetación que, si uno cierra los ojos, remite al sur de Chile.

Ahí hay olivillos, múltiples enredaderas e, incluso copihues, así como picaflores, tordos y loicas. También, uno que otro guanaco y algún zorro culpeo.

Al final del trayecto, un mirador para disfrutar del paisaje marino.

Ojo, eso sí, porque para acceder a ese sendero hay que transitar por una huella que está en condiciones regulares y que es difícil de transitar en vehículos que no son 4x4.

Para entrar, los adultos pagan $ 3.000, y los niños $ 1.500 (extranjeros, $ 6.000 y $ 3.000). De abril a noviembre, abre sólo de jueves a domingo y festivos 9 AM a 3 PM.