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Arquitectura y urbanismo

Dos arquitectos, dos generaciones, muchas perspectivas y un solo país. Un recorrido analítico a través de la arquitectura nacional durante el último siglo. Los errores, los aciertos, lo que dejamos de hacer, lo que todavía nos falta, y lo que se viene. Luis Eduardo Bresciani y Pablo Brugnoli nos entregan una mirada íntima y transversal.

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Luis Eduardo Bresciani: “Hemos perdido austeridad”

Con esa modestia tan propia de los arquitectos de la vieja escuela, Eduardo Bresciani nos invita a una retrospectiva de lo que ha sido la arquitectura durante el siglo XX; este arquitecto de tomo y lomo asegura que en los albores del pasado se quedaron los años más virtuosos de la arquitectura nacional. Con una mirada crítica pero sencilla reflexiona sobre los cambios que el nuevo siglo, la sociedad de masas y la globalización le han hecho a esta disciplina.

Hijo de Carlos Bresciani, uno de los creadores de la emblemática Villa Portales, Luis Eduardo aprendió la arquitectura desde una concepción más humana, social y austera. “Hemos perdido austeridad en la forma de hacer arquitectura, creemos que colocando agregados y adornos estamos haciendo aportes significativos, pero eso es un gran error”.

Así, recuerda su época de estudiante y el escenario en el que se desarrollaba la arquitectura cuando él egresó. Eran finales de los 60, bajo el gobierno de Frei Montalva, “una época cuando los planes del gobierno en estas materias eran más sólidos y concretos. Durante esos años se creó el Ministerio de Vivienda y nos encontramos con un panorama en materia de vivienda muy importante donde surgen nuevas oficinas y grandes proyectos”.

Vicepresidente de Asuntos Internos del Colegio de Arquitectos, hoy se perfila desde la docencia en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica, donde trasmite con pasión y convicción la forma de abordar su labor, aprendida en la Universidad Católica de Valparaíso. “Las cosas se miraban desde el origen, la observación era trascendental. No era una escuela que usara muchos referentes, hoy es impensado una escuela de arquitectura sin ellos. Nosotros trabajábamos así porque el referente ocultaba lo que estábamos viendo. Se pensaba de una forma muy lógica y sobre todo desde la perspectiva del otro. La buena arquitectura es la que se mira desde la perspectiva del usuario”, especifica.

¿Cuál crees que ha sido la época más virtuosa de la arquitectura nacional? Creo que la llegada del modernismo en Chile fue trascendental. Entre los años 60 y parte de los 70 fue una época en la que se generaron grandes impactos para la arquitectura nacional. Por ejemplo, Juan Honold y Pastor Correa, actuales Premio Nacional de Urbanismo, hicieron un trabajo mayúsculo; ellos previeron con muchos años de anticipación lo que iba a pasar en Santiago. Y hoy seguimos viviendo las propuestas de esa época.

¿Qué obras reconocerías como trascendentales? El Monasterio Benedictinos de Gabriel Guarda y Martín Correa tuvo y tiene mucho impacto, no sólo por la relevancia que implicaba que fuera un templo, sino por cómo se hizo. Esta obra se realizó con mucha delicadeza, con muy poco, pero ellos generaron mucho, es una obra muy sencilla y austera. Y aunque venga de muy cerca la apreciación, creo que la Villa Portales es una de las obras más importantes que se han hecho en Chile, es un proyecto que marcó un referente y lo seguirá siendo. Enfrenta la vivienda social desde otro modo, logra crear en las personas un sentimiento de identidad y sobre todo por la forma en que se pensaban los proyectos, a partir de las necesidades.

¿Qué pasó con los proyectos sociales y los proyectos urbanos, hacia dónde giró la arquitectura entonces? Hacia proyectos privados, y a partir de los 90 entra en Chile lo que se denomina Arquitectura Internacional. Hay proyectos muy destacados, propuestas vanguardistas e interesantes, pero son obras objetuales, construcciones que no se relacionan con el entorno y que pueden estar en Santiago, en Tokio o en Madrid y da igual. Se dejaron de hacer grandes proyectos urbanísticos. Chile empezó a salir al exterior, lo cual es muy bueno, pero con puras obras menores, casas, edificios, etc. En las bienales y en los concursos los arquitectos nacionales comenzaron a hacerse famosos con este tipo de proyectos, pero ya no se vieron más propuestas sociales. Esta tendencia vino luego de que las empresas descubrieran la importancia de la imagen, y fue así que también se desarrollaron mucho durante esa época los proyectos corporativos. Un muy buen ejemplo es el edificio Consorcio Nacional de Seguros de Borja Huidobro y Enrique Browne.

El fin de siglo dejó de lado el urbanismo y la creación de proyectos de espacios públicos. Eduardo asegura que el cerro San Cristóbal es “una enorme deuda que se tiene con Santiago, una obra colectiva, un gran paño y no hacemos nada. El Parque Forestal es un proyecto espectacular y se hizo hace un siglo. Tenemos un problema de voluntad política, empresarial, esta época se caracteriza por el individualismo, que ha perdido el valor a los espacios comunes”, finaliza.

Pablo Brugnoli: “Hoy vivimos un gran momento”

Sin desconocer la importancia que tuvo el pasado en la arquitectura nacional, Pablo Brugnoli asegura, con certeza, que Chile está viviendo un momento crucial para el desarrollo de estas materias. “Algo poderoso se está incubando, estamos en un momento de crisis, de contradicciones, pero estoy seguro de que a partir de ahora surgirá el nuevo camino que determinará la arquitectura y el urbanismo del siglo XXI”.

Este arquitecto, de 34 años, se emociona cuando habla de arquitectura, conoce bien la historia, los personajes y las barreras que aún debemos superar. Ex alumno de la escuela de la Católica de Valparaíso, su formación profesional estuvo marcada por los postulados de Casa Abierta, a través de una visión menos matemática y más experimental de la arquitectura. Hoy es director de Spam Arq, una plataforma para la exploración y difusión de las nuevas condiciones de la ciudad, editor de la revista Materia de la Escuela de Arquitectura de la Universidad San Sebastián y está muy dedicado a la docencia en diversas universidades. Hechos que lo llevan a estar en permanente contacto con las generaciones más jóvenes. Afirma que al ver las temáticas que plantean sus alumnos y la forma en que piensan los proyectos, más se convence de lo que sostiene. “Como en todo comienzo de siglo, son en estos años cuando se crean las grandes vanguardias”.

Si estamos en crisis, ¿cuáles han sido entonces los grandes errores que se han cometido?El más importante de todos es que la arquitectura ha perdido su condición humanista; el planteamiento de la forma en que se habita la ciudad ha sido postergado, al igual que las necesidades de la población, y prácticamente ya no existe la participación de la arquitectura en el debate público.

Y los aciertos… La época del modernismo en Chile fue particularmente positiva para la arquitectura nacional, se realizaron proyectos emblemáticos y surgió toda una generación de arquitectos que buscaba cambiar lo establecido a través de una visión social de los proyectos que se realizaban. Sin embargo, creo que hubo otras épocas muy buenas también, como finales de los 40 con la creación de la Ley Pereira y el proyecto urbano del Parque Forestal, una gran obra de inicios del siglo XX, el monasterio de Benedictinos, por nombrar algunos.

Confiando en que el futuro traerá cambios sustanciales, Pablo reconoce que la tecnología y el amplio acceso a la información han permitido justamente mirar hacia afuera, y perfilarse hacia una esfera de autocrítica que ha entregado mayor comprensión, y la posibilidad de conocer otras realidades, para saber criticarnos y mejorar.

“En ese sentido, la sustentabilidad y la eficiencia energética serán la piedra angular de la arquitectura del siglo XXI. Los países escandinavos son un ejemplo a seguir en materia energética. Nosotros hemos ido tomando el pulso a este concepto y hemos tratado de acuñarlo lo más posible, ahora es tiempo de comenzar a trabajar en el desarrollo de políticas públicas y volver a ese rol participativo y social que algún día tuvo la arquitectura nacional, en que el arquitecto era un actor fundamental. La buena arquitectura siempre ha sido sustentable, creo que la tecnología cumplirá un rol fundamental, no sólo en procesos de construcción y la mejora de la técnica misma, sino desde antes, desde el croquis, ahí es donde hay que poner el ojo, en la forma en que abordamos los proyectos”.

  • "Algo poderoso se está incubando, estamos en un momento de crisis, de contradicciones, pero a partir de ahora surgirá el nuevo camino que determinará la arquitectura y el urbanismo del siglo XXI".

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