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Cubito

Optimizar fue la prioridad de la arquitecta que habita esta casa. Lo que pareció un _x0007_atentando contra la unidad del conjunto, finalmente fue un ejemplo: muchos otros vecinos optaron por demoler sus _x0007_mansardas y ganar amplitud.

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Este es de los loteos antiguos de Vitacura, donde se repiten cuatro tipos de casas con un elemento común: todas tienen mansarda. Cuando la arquitecta que habita esta casa llegó, de verdad se lo cuestionó: ¿conservar la continuidad del conjunto o ganar el metro y medio por todo el borde del segundo piso que se perdía por la inclinación?

Hace casi dos años ella vive en una casa que ella describe como un cubito.

El cubito también es distinto a sus vecinas en el primer piso: “Todas estas casas tienen el living mirando hacia el antejardín y el dormitorio principal hacia el jardín. Nosotros subimos el nuestro al segundo piso con el resto y con los baños. Dejamos el living y el comedor abiertos al jardín trasero. Dejamos toda la parte pública abajo y la privada, arriba”, explica la arquitecta.

Por supuesto, la compra de la casa significó una inversión importante. Quedó poco para remodelaciones, pero aun con un presupuesto acotado, con la ayuda de maestros de confianza, fue capaz de realizar su idea exitosamente.

Abajo, entre la salita más grande y la cocina, puso una gran puerta corredera de madera; la  que permanece abierta la mayor parte del tiempo, para que ella, su marido o la nana puedan ver qué hacen los niños -una de cuatro años y otro de ocho meses- mientras cocinan. Atravesando el living, llegando a un jardín trasero -inundado de sol gran parte del día-, los visitantes se encuentran con un acogedor quincho, bien esquinado para mayor protección de las variantes climáticas. Aun comenzado el invierno, y gracias a una de esas estufas como paraguas, sigue reuniendo a toda la familia y los amigos cada fin de semana.

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La dueña de casa cuenta que muchos muebles vinieron del Parque de los Reyes, como la mesa del comedor, que actualizó con una pintura negra y brillante. Algunas piezas son heredadas, tanto de su familia como de la de su marido. Otras son recuerdos de viajes, como las marionetas chinas sobre una mesa y una extensa colección de teteras; alrededor de cuarenta exhibidas en una repisa y muchas más guardadas. Sobre las paredes hay apuestas por talentos emergentes: “Tenemos bastantes obras de artistas jóvenes que aún se pueden comprar a precios asequibles, como María Edwards, Elisa García de La Huerta, Francisca Eluchans y Víctor García”.

Vivir en un cubito fue ir contra la corriente en algún momento, pero cada día la arquitecta nota más cototos brotándoles a los vecinos, más y más ampliaciones y transformaciones, más personas haciendo lo necesario para disfrutar más sus casas.

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