De colección: La posibilidad del diseño
Semana del 16 al 23 de abril de 2011.


Se dice que el llamado diseño sustentable, o para muchos 'consciente', debiese cumplir al menos con lo siguiente: Materiales de bajo impacto, no tóxicos, producidos de forma sostenible o provenientes del reciclaje, ya que estos requieren menos energía para su producción.
Eficiencia energética:
procesos de fabricación y materias primas que requieran menos energía en su transformación.
Calidad y durabilidad:
mayor duración y mejor funcionamiento para ser reemplazados con menos frecuencia.
Diseño para la reutilización y reciclado:
productos y sistemas diseñados para el rendimiento en 'otra vida'.
Diseño de medidas de impacto de la huella de carbono y evaluación del ciclo de vida del producto.
Biomimetismo: el rediseño de los sistemas industriales bajo líneas que permiten la reutilización constante de materiales en ciclos cerrados y continuos.
Servicio de sustitución: cambiar la tendencia de consumo personal, ejemplo: el carsharing.
Renovabilidad: los materiales deben ser locales y renovables.
Todo lo anterior son 'modos' de certificar un proceso, otorgarle estándares que lo regulen. Y está bien, pero no es todo; muchos creemos que el diseño tiene muchas posibilidades de cambiar, de intervenir en un proceso tan potente como el consumo, y ese es sin duda el poder más real y contundente, pero como ocurre con todo, también su mayor oportunidad desperdiciada.
Hace un buen tiempo ya que el diseño entendió que el reciclaje no es el único modo de crear adhiriendo a 'la conciencia medioambiental', ni que la tecnología por sí sola y en sí misma entrega todas las respuestas. La investigación y la innovación de materiales, procesos, cambios sociales y necesidades de los compradores del futuro -por el contrario- determinan las condiciones. Por ejemplo, cuando diseñadores como Jonathan Ive abren una lectura, a veces insospechada, de lo que sí puede hacer el diseño por la sustentabilidad, dan lecciones sobre diseño de síntesis; simplificación de interfaces que logran cautivar a consumidores con aparatos concretos, desde los cuales se controla cada vez mayor número de funciones. Lo mismo el trabajo de Naoto Fukasawa y Sam Hecht, que han sabido leer en los consumidores esa necesidad de simpleza, obvia frente a una descarga incontrolable de ofertas del mercado. La representación simplificada genera confianza en los usuarios (de eso sabe Mac) y forja lazos entre estos y el objeto, 'fidelidad', lo que prolonga el tiempo de vida del producto. Nada trivial, menos cuando el diseño cobra vida en el mercado, y en su sustento: el consumo.
La producción no va a parar, no llegaremos a un punto cero de consumo, ni tampoco vamos a tener solo objetos de cartón reciclado en nuestras casas, porque técnicamente nuestro modo de vida no nos lo permite. Es en este punto es donde está la oportunidad del diseño de ser eficaz, ofreciendo productos que se ciñan a ciertas 'verdades', como lo señalado anteriormente, o al hecho de que nuestros espacios físicos son cada vez más reducidos, desde los lugares para estacionar el auto o la bicicleta, al espacio interior de las casas; el comedor casi desaparece, la salas de uso múltiple son el eje (diseño inteligente para el hogar; otra vez calidad y síntesis). Frente a todo esto, lo que define nuestra era es que el diseño sustentable, o al menos uno que colabore, tiene que actuar. La clave hoy es economía, todo lo que nos facilite la vida en un 'touch', todo lo que se organice del mejor modo, todo lo que cumpla la promesa de eficiencia.
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