Hace  tiempo ya sabemos de la segregación que existe entre las distintas zonas de las ciudades chilenas, siendo Santiago el ejemplo más evidente. Parte de esto, sin duda, es por malas políticas de desarrollo urbano implementadas en las últimas décadas o más, y parte también por el poco interés que como usuarios ponemos en hacer de la ciudad un lugar mejor, poca relación con vecinos y con el barrio, poca participación ciudadana en temas de interés comunal, en resumen: poco interés por lo que pasa de nuestra puerta para afuera. Un tema que abordamos en la nota sobre la muestra que actualmente se exhibe en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) y el Museo de Antioquía de Medellín en paralelo, dos ciudades que han trabajado sus espacios públicos como lugares de encuentro, logrando a través de ellos subir la calidad de vida y ser valorados de manera transversal por sus usuarios.

Después de la elección de los mejores restaurantes a nivel mundial y nacional siempre hay ajustes de fichas y nuevas visiones sobre la evolución del comer. El Mugaritz, en el País Vasco, sin duda es uno de los que mueven las agujas, en todo lo bueno que han hecho y en todo lo que siguen proponiendo; una visita a conocer esta experiencia da cuenta ello.

Y por último dos casas, modernas en su arquitectura y bien puestas. Hablar de buen gusto no es lo mío, creo que eso es personal, pero cuando uno ve una casa con buenas alfombras, buenos cuadros, espacios desarrollados con cariño y también con interés por hacerlos únicos y personales, el resultado siempre es bueno. Aquí quizás la lección que hay que aprender es que a veces vale la pena esperar un poco más, hasta encontrar el mueble preciso o quizás ahorrar un poco para comprar una mejor alfombra, todas cosas que duran en el tiempo y cuentan historias de quiénes somos.