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Encanto

Se suponía que sería poco tiempo el que esta joven familia viviría en esta casa un poco improvisada. Ya han pasado tres años y en ese período la dueña le ha dado carácter y encanto con su obsesión por los cachureos, su herencia paisajística y cercanía con el arte.

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Esta casa tiene pasado de taller. Hasta hace poco era un espacio único donde el suegro de Clara Edwards pintaba. “Nosotros lo agrandamos. Le hicimos dos dormitorios y un baño para vivir aquí mientras construimos en el terreno del lado. Se suponía que era algo temporal, pero ya llevamos tres años. Se supone también que la construcción de la casa definitiva comienza en diciembre. Esta me encanta, pero viene en camino mi tercer hijo y ya nos queda chica”, cuenta ella.

Recién casada, Clara vivió con su marido en Las Condes. Luego se fueron a Londres. “Apenas volvimos llegamos aquí. Fue heavy el contraste, pero estaba decidido de siempre. Ya habíamos vivido bastante en la ciudad. En el Bosque con Tobalaba, a pasos de todo, y en la Zona 1 de Londres, centro-centro, imposible mejor ubicados. Cuando volvimos ya teníamos a Emilio, nuestro primer hijo, y fue como ‘ya, El Arrayán entonces’”. Ahí tendrían la ventaja de ser vecinos de toda la familia del marido.

Entre los perros, conejos, mariposas y chanchitos de tierra, los niños -de 5 y 3 años- son los más felices. No es tan terrible llevarlos a Santiago al colegio cada mañana y en las tardes la gente que vive cerca se organiza en turnos para recogerlos. De todas maneras Clara tiene que ir a Vitacura todos los días a reunirse con sus novias, por lo menos hasta este viernes, cuando comience su breve prenatal. Clara hace vestidos de novia y ropa muy femenina, romántica, 100% handmade. Ella atiende a cada novia y crea un vestido especial para ella. “Mi clientela llega por el boca a boca. Trato de dejar a cada novia lo más contenta posible. Me parece la mejor forma de publicidad”.

La parte taller se reconoce fácilmente porque estaba nivelada. Todo lo que se agregó quedó un poco volando en el encuentro de dos cerros. Así surgió el acceso por un deck de madera abalconado que Clara, hija y nuera de paisajistas, ha llenado de maceteros con azaleas, rododendros y rosas. El interior revela otra acumuladora compulsiva: “Soy bieeeen cachurera: siempre que viajo compro cositas. También he heredado mucho, especialmente de mi abuela, que era más cachurera que yo. La mayoría de los muebles grandes fueron regalos de matrimonio, como el sillón blanco y la máquina de coser. En la cocina todo viene de viajes, idas al Persa y otras ferias. Últimamente estamos tratando de comprar más diseño nacional”.

En comparación con su departamento en Las Condes, acá se quedaron casi sin muros. Con muchos artistas cercanos, tuvieron que hacer una verdadera curatoría para vestir las paredes. Al final se quedaron con pinturas de la mamá de Clara, algunos amigos y, por supuesto, de Pablo Prieto, el suegro que solía pintar aquí.

w Santaclaramoda.cl

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