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Espacio: Maquillar una isla

Es la opción por excelencia de Madonna, incluso hasta lo fue de Sharon Stone. En el mundo de la moda, cuando se habla de maquillaje, se habla de François Nars, un francés muy astuto, con mucho talento y con millones de dólares en su bolsillo. Pasa temporadas en la isla Motu Tané en la Polinesia Francesa, tierra que compró el año 2000 y que hoy utiliza como atmósfera de inspiración y también para invitar a sus amigos. Es un pequeño resort de esos que solo pueden imaginarse en sueños.

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En 1984 François Nars decidió salir de París. Su nuevo destino era Nueva York, una jungla de la moda, sin tapujos, muy al estilo Nars.


Hasta la fecha, este maquillador nativo del sur de Francia ha realizado más de dos docenas de portadas en Vogue, ha maquillado a Naomi Campbell y otras tantas modelos de todos los lugares del planeta. Colaboró con el fotógrafo Helmut Newton, trabajó en Elle y Harper's Bazaar y tiene su propia marca de maquillaje que lleva su nombre. Fue él quien le sugirió a Madonna rediseñarse sus cejas en los años ochenta y, como fetiche inspiracional,  decidió comprarse la isla Motu Tané en la Polinesia Francesa a finales de los años noventa. Allí tiene un pequeño y exquisito resort que rinde tributo a una naturaleza galopante. Mucho verde, inmensas lagunas del color del cielo, palmeras que se peinan cuando el viento las roza. Todo ciento por ciento real.


Con una capacidad máxima para veinte huéspedes, Nars decidió en el año 2000 estimular los espacios interiores de acuerdo a lo que veía en el exterior. Quería transmitir su visión de las cosas, traducidas por la elegancia de un francés. Por eso es que eligió a Christian Liaigre, un diseñador atemporal, moderno y minimalista. Por su sangre corren muchas más tendencias que los años que ha vivido, y aunque las ha probado todas, logra siempre mantener su sello. Una magia rústica y moderna, sencilla y sofisticada.  

Juntos levantaron el exótico resort de 6.800 m² aproximadamente, con habitaciones matrimoniales y otras más pequeñas.


Completamente desolado -ya que no hay nadie más ahí que un máximo de veinte huéspedes-, Motu Tané se ha transformado en lo último en viajes exclusivos, especial para pasar aniversarios, matrimonios o para pequeños viajes de placer. En general los que visitan esta isla -que antiguamente perteneció al explorador y antropólogo francés, Paul Émile Victor-, son viajeros seleccionados, amigos de Nars o su familia.


La decoración del lugar mezcla el diseño francés con una clara inspiración en la cultura polinésica. Se palpa en los muros de piedra volcánica, en los pisos de madera oscura, los techos de paja, en las armas o remos decorativos idénticos a los que usaban los nativos. También una paleta vibrante de colores que se relacionan con el mar calipso, las flores, montañas y el follaje de alrededor. La huella en el paisajismo es mínima. Se mantuvo siempre -y bajo la supervisión de ecologistas e ingenieros expertos-, la sensación de estar muy, muy lejos. Connotación que se mantiene hasta hoy, como de un sueño del que uno nunca quisiera despertar.d W Motutaneisland.com

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