Mientras Felipe Santander -artista visual de 37 años- habla de cómo la pieza que tuvimos de niños enmarca nuestros recuerdos de infancia, de cómo los objetos y colores en ese espacio nos quedan grabados para siempre, me acuerdo de unos muros celestes y una cama con la cara de Mickey Mouse como respaldo, una aventura bricolaje que mi papá nunca terminó de pintar.

La imagen es distinta para todos, pero siempre se aloja en el rincón más cálido de la memoria. Una de las propuestas de Habichuelas es diseñar escenarios fantásticos para que niños coleccionen futuros recuerdos de ese tipo. En la escala más grande de sus proyectos han hecho, por ejemplo, una pieza inspirada en la flora y fauna chilenas, trabajando desde los muebles hasta los textiles y las pinturas. Ese niño ahora juega, hace tareas y duerme en una cabaña en un bosque sureño, con aves en peligro de extinción sobre su plumón y huemules en las cortinas.

La atracción por el trabajo con textiles reunió a Santander y Martín Cortés -diseñador de vestuario, 24 años- en este colectivo de diseño independiente para niños de todas las edades. Con esa amplitud de público en mente, la intención de representar ese juguete del que nos enamoramos en la infancia y referentes como la flora y fauna que nos rodean y los cuentos infantiles antiguos, han configurado un universo que plasman en muñecos de trapo, papel y lana, cojines, cortinas, banderines, ropa de cama, ilustración textil, artículos de decoración y proyectos completos de diseño de interior.

“Tenemos un catálogo y siempre estamos sumando cosas nuevas. Los muñecos de trapo son algo que trabajamos desde hace mucho tiempo. Una persona puede encargar un zorro, un conejo, un gato o un oso y nos puede sugerir ideas para personalizarlo. Hay una línea de diseño, pero cada uno de ellos es único. Hay quienes los regalan a sus hijos para que jueguen, pero la mayoría de nuestros clientes son adultos que los compran para sus pololos o pololas, o para sí mismos”, cuentan Felipe y Martín.