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Historiador de cámara

Un viaje. Eso es lo que hizo el fotógrafo Luis Ladrón de Guevara a lo largo de su vida. El destino fue la historia moderna de Chile, su evolución, crecimiento y cambios abruptos. Y es que a través de su registro fotográfico Chile posee un almanaque visual de antología. Modernidad en negativos.

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Luis camina lento. Pareciera que en ese letargo se diera tiempo para observar particularmente cada una de las cosas que le pasan por delante. Mira en detalle; se da unos segundos para saber quiénes somos, y entre que sorprendido por nuestra emoción e incómodo por lo que significa hacer un alto en la rutina, nos da la bienvenida a su casa en La Reina, la misma de toda la vida. Un lugar en stand by, donde el paso del tiempo se advierte en las tupidas parras y el color  rojo colonial de su fachada, no obstante adentro todo sigue su curso. En el comedor, Luis Ladrón de Guevara, considerado el más importante exponente de la fotografía industrial del siglo XX chilena, posa sencillo para el retrato mientras se va sintiendo más a gusto con nuestra presencia. Habla con el fotógrafo de su cámara y comparte algunas experiencias. La fotografía es su área, no hay duda. Es ese el espacio en el que se mueve a favor y donde llegamos cuando nos hace pasar a su estudio. Ahí está todo. Sus negativos, positivos y álbumes. Ahí también hay algunas ampliadoras, mesas de luz y un gran computador -claramente el trabajo de Ladrón de Guevara es anterior a la explosión digital-. Además está su archivo personal,  que es lo mismo que decir que ahí se guarda `la historia de la modernización industrial de Chile´. Así de apabullante, así de claro y así de real. Desde la construcción de carreteras hasta el proceso de levantamiento de edificios íconos de la ciudad, como el de la UNCTAD III, luego Diego Portales, hoy Centro Cultural Gabriela Mistral, o la imagen del tradicional campo chileno en su camino a la modernidad. En definitiva, las imágenes que Ladrón de Guevara guarda hablan de la historia más reciente de nuestro país.

El artista

Ya a los 14 años sabía que su camino estaba ligado a la imagen capturada. Lo supo desde el momento en que su madre, la periodista danesa Else Larsen, lo encantó dejándolo ocupar su antigua cámara de cajón. Libros y folletos fueron entonces su compañía y los mejores profesores para aprender las técnicas del revelado. Eso, sumado a la herencia estética de su padre, el artista y premio Nacional de Arte Laureano Guevara, dieron como resultado una simbiosis poco usual entre arte y comunicación que hoy forma parte de su sello, del lenguaje documental y con carácter creado por Luis. Tomás Errázuriz (Universidad Católica del Maule) y Rodrigo Booth (Universidad de Chile), quienes están ad portas de editar un libro que pone en valor la obra de Ladrón de Guevara para el imaginario moderno nacional, concuerdan en que en su mirada logra componer una estética de la producción única y relevante para la imagen país que se tiene de esa época. "Luis fue el gran artífice, gracias a sus conocimientos de diseño y publicidad, de parte importante de la imagen de las empresas chilenas y en general del desarrollo industrial impulsado desde el Estado a partir de los 50 y hasta los 70", explican, haciendo alusión a que tras graduarse de la recién estrenada Escuela Nacional de Artes Gráficas, Luis comenzó a colaborar de manera activa con Shell y Nestlé, hecho que le valió el reconocimiento dentro del ambiente industrial y la suma desde el sector privado de empresas como SQM, Banco O'Higgins, Constructora Salfa S. A., Sigdo Koppers S. A., Constructora Belfi S. A., Besalco, Cemento Melón, CTC, Gasco, entre otras, para luego pasar a la CORFO, institución que se puso en manos del lente de Ladrón de Guevara.

Empresas privadas como SQM, Shell, Cemento Melón y Gasco entre otras, fueron fotografiados por el lente de Luis Ladrón de Guevara, quien fue capaz de imprimirle un sello artístico a este tipo de fotografías.

De esta manera se advierte cómo la fotografía de Luis transforma la percepción ordinaria y común del mundo de la industria y de la producción, al entregarle además de un valor estético, delineado por la contraposición de planos, encuadres, texturas y un ambivalente juego entre la figura del hombre y la máquina, un sentido social, evidenciando las profundas repercusiones culturales que se vivían en el país de esos años, sobre todo en un período en el que la ciudad comenzaba a expandirse y la migración campo-ciudad se comenzaba a convertir en un tema país.

El lente de Luis se convierte entonces en un punto de referencia actual para entender las dinámicas sociales instaladas desde la década de los 50 en adelante. Un material patrimonial vivo, que se mantiene intacto y que poco a poco ha alcanzado el cariz de obra de arte. Colonizando un espacio poco conocido y explorado incluso en la actualidad.

Web:

llg.cl

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