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Poética cinética

Theo Jansen no es alguien común. Sus obras, los Strandbeest, hablan de evolución, de magia, de impulsos, pero sobre todo de lo sorprendente de la vida en la tierra. En el marco de SCX Bolsa de Clima, fue invitado a exponer desde su particular apuesta evolutiva.

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No tienen una forma reconocible, pero aun así se vuelven entrañables. Son grandes entramados de cintas adhesivas, tubos de PVC y plástico que se mueven con particular proeza gracias a la energía del mundo, al impulso del viento que los dota de vida. Representan la sinergia perfecta entre la creación humana y el poder de la naturaleza. Emocionan. Son los Strandbeest, o bestias de playa de Theo Jansen. Sus hijos pródigos a los cuales les ha dedicado casi una vida. Y es que este artista, ingeniero y científico holandés ha creado un universo propio, uno con el cual nunca soñó. Uno en que sus bestias han seguido una suerte de evolución darwiniana, una que busca entregar a las personas el impulso para pensar en lo que existe, en lo que tenemos, en que hay mucho más allá de lo aparente, en seguir los impulsos. Algo sobre lo que expuso hace unos días en nuestro país en el marco de SCX Bolsa de Clima de Santiago, organizada por Celfin Capital y Fundación Chile.


¿Qué te hizo comenzar con los Strandbeest?

Yo escribía una columna para el diario nacional de Volkskrant. Ahí reflexionaba, soñaba y fantaseaba acerca de ciertos temas que me interesaban. Por un tiempo la idea de los Strandbeest estuvo rondando mi mente, pero no fue hasta mucho después, al entrar a una tienda para comprar algunos de esos tubos de PVC amarillo, cuando se me ocurrió explorar en los movimientos que podía crear con ellos. Ese día decidí dedicarles un año de mi vida, de eso ya han pasado veinte.


¿Cómo han evolucionado los Strandbeest, porque ahora se pueden montar?

En un principio tuve mucha suerte. Creo que tiene relación con ser optimista, porque al principio los Strandbeest eran muy débiles, no se podían ni sostener en sus cuatro patas, pero con el tiempo surgieron muchas ideas. Hoy le dedico un año completo a cada animal, luego lo llevo a la playa para ver cómo funciona y ver cómo lo puedo mejorar. Es un círculo, cada primavera parto con ellos.

Su trabajo pretende darles a las personas el impulso necesario para reflexionar acerca de lo que tenemos, de dónde vivimos y cómo nos relacionamos con el entorno.

Además del impacto visual de estos artefactos, ¿cuál es su mirada sustentable? Mi trabajo trata de hablar de una nueva creación. Por supuesto que es muy ambicioso y pretencioso tratar de ser Dios, pero al mismo tiempo es muy sorprendente pensar que estamos nosotros aquí, en la tierra, viviendo en ella y por ella, entonces me gustaría entender los mecanismos que hacen que funcione. Entender cómo trabaja la naturaleza es en parte la génesis de mis creaciones, porque a través de ellas puedo ensanchar mi conocimiento.

¿Es este un proyecto en constante evolución o lo ves como el inicio y final de algo completamente nuevo? Claro que este proyecto está en constante evolución. Una vez estuve trabajando un año entero en un Straandbeest hasta terminar saturado. Me hice muchos cuestionamientos para tratar de mejorar su funcionamiento hasta que finalmente di por extinta mi creación. Hice un foso y lo enterré para empezar todo nuevamente. Desde cero, porque siempre hay ideas que surgen, nuevos desafíos y cosas que uno va aprendiendo.

Muchos hablan de ti como un artista cinético. ¿Te enmarcas dentro de esta línea? No me considero un artista cinético. Y es que todos los niveles están jerarquizados por instituciones. Los artistas representan un nivel, la ciencia otro nivel, y así. Pero yo me siento más libre, alguien que hace esculturas y también inventos.

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