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Tradición/ Disrupción

En los últimos dos meses inauguró una muestra  en Mantua, Italia, y ahora Ai Weiwei sorprende con la primera personal en su China natal.

AWW Portrait_Credit Gao Yuan.JPG
AWW Portrait_Credit Gao Yuan.JPG

Es una de las figuras más importantes del arte contemporáneo. Poliédrico, prolífico, Weiwei se expresa desde la arquitectura, el arte visual, el cine, la fotografía, la literatura, la música y desde las redes sociales, cuestionando, indagando y sobre todo actuando, porque su poética se entrelaza con el activismo comprometido, social, político, en un arte conceptual profundo que siempre está señalando la realidad; que se conecta con ella, que le interesa sobremanera el comportamiento humano, las reacciones, las emociones y desde la actualidad vuelve la mirada hacia la tradición, hacia sus raíces, su cultura. Como sus dos últimas muestras en Mantua y Beijing, en las que más que invitar a ver objetos expuestos conduce al espectador a entrar en dos atmósferas que conectan con el pasado, la historia, con la realidad de hoy. Porque, como señala, “el trabajo del artista en la sociedad no es dar respuestas, sino tratar de proveer la posibilidad de agitar emociones y alcanzar las mentes de la gente”.

El Jardín Encantado

El escenario de esta muestra colectiva junto a otros dos artistas chinos, Li Zhanyang y Meng Huang, en Mantua, Italia, es la magnífica residencia de los Gonzaga,  villa concebida por Julio Romano, ricamente decorada, construida entre 1525 y 1535 y destinada principalmente a los ocios del príncipe. Aquí Ai Weiwei  utiliza dos elementos del pasado, imponentes columnas de piedra caídas a tierra y caballos, símbolo de la dinastía Tang, regalo diplomático chino, en porcelana. Cubre ambos de pintura brillante, hipercolorida, pop, industrial, desacralizando el pasado, ¿o cuestionando la desacralización que de él hace hoy el arte?, vulgarizándolo, serializándolo con un caballo tan rosado como el mundo de Barbie, al inicio de la muestra. O cientos de ellos, reiterados en un orden que recuerda a los guerreros de terracota. Porcelana, delicada, frágil, rompible y pintura de autos Ferrari, dos vocablos diferentes. El contraste disruptor de toda la magnificencia del 1500 italiano, del Palazzo Te con sus paredes en trompe l’oeil  y el caballo como elemento de nobleza, en cortocircuito visual con los 119 equinos de Ai Weiwei superpop, negros, rojos, morados, con olor a artificio y producción en serie. O los monumentales pilares de piedra, pesados, densos, que hablan de raíces culturales locales, ancestrales como las chinas o italianas,  una antigüedad derrumbada, cubierta, escondida por la pintura de autos edulcorada de hoy. Un Jardín Encantado, como el nombre de la muestra, lleno de colores que cautivan, como atrapa la sociedad de consumo, los media y que en la curatoría de Sandro Orlandi Stagl invita a salir de esa realidad aparentemente mucho más feliz para volver a una menos agraciada, pero más honesta y verdadera, como los niños del relato de Italo Calvino El Jardín Encantado.

Un momento en China

La de China es la primera muestra 100% personal de Ai y en la que puede también por primera vez participar in situ, sin mediar Skype, ni emails que lo hicieron tan popular durante su arresto domiciliario en 2010. Aquí desmonta más de 1.500 trozos de un templo de época Ming que compró y lo reconstruye interviniéndolo y creando un ambiente donde generar experiencias para el visitante, para transmitir la sensación de totalidad, incorporando no solo la arquitectura en sí, sino también la temporalidad y el rol social que cumplía el templo siglos atrás, como lugar sagrado donde venerar a los ancestros y realizar encuentros de trabajo o sociales.

Como en Mantua, pasado y presente se encuentran, tradición y modernidad, y para eso involucra a dos galerías: Continua y Tang Contemporary Art, traspasa sus paredes e inserta su instalación. “Quería cortar la estructura entre dos espacios. Se volvía interesante a distintos niveles: una sola estructura dividida entre dos galerías. Es una forma muy diferente de presentar un trabajo artístico al mercado y a la audiencia. Hablé con las dos galerías, ambas aceptaron y aquí estamos”, señala en conversación con la directora de Continua, Federica Beltrame, y precisa respecto a este modo de exhibición conjunta que “treinta años atrás China inventó el concepto de ‘joint venture’... China misma comprende China, Taiwán y Hong Kong. Es así como funciona la sociedad, necesitas co-aceptar cosas, medir y discutir y conversar a diferentes niveles”.

La estructura arquitectónica incluye diversas cámaras de vigilancia que se agregaron de modo que la gente pueda captar lo que sucede en la otra galería porque  “con las cámaras puedes ver algo, secretamente, ver sin ser visto y todo es grabado”, dice el artista, incorporando siempre el factor social que caracteriza sus trabajos, el crear una experiencia, como en la instalación de 2014 en Alcatraz, por ejemplo. Como explica Beltrame, “para una exhibición, especialmente cuando tratas con instalaciones como esta, en la que una única pieza domina toda la muestra, quieres crear un ambiente total. La gente no viene a ver un objeto; están entrando en un ambiente. No estás diseñando una obra de arte sino un comportamiento. Este en sí mismo es la obra. En ese sentido es más un momento social que un mero momento visual… cuando cambias un comportamiento este te cambia automáticamente”. Y son acciones, comportamientos como la relación con la propiedad privada, la eficiencia en China hoy, el respeto por las tradiciones las que se cuestionan a través de este templo, reflejo en su modo constructivo -de vigas y columnas independientes de las paredes-, del pensamiento y filosofía chinas. Como dice el autor de la muestra, que permanecerá abierta hasta el 31 de diciembre,  “son objetos perfectos para ayudar al espectador a relacionarse con qué es China”.

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