Desafíos del Ejército

LOS ORIGENES del Ejército de Chile se remontan a nuestra independencia, a la decisión de ser un país independiente y soberano. Por ello, su historia está estrechamente relacionada con nuestra historia. El Ejército es parte integrante de la nación. Por lo mismo, su futuro forma parte del país que entre todos necesitamos construir.
El Ejército es una de las tres ramas de nuestra Defensa Nacional, cuya misión está definida en nuestro ordenamiento constitucional y legal. La defensa de la soberanía es su norte; al mismo tiempo, su apoyo a la comunidad en situaciones de emergencia es vital. Por cierto, contribuir a la plena ocupación de nuestro territorio es una de sus tareas permanentes.
Todos queremos que nuestro país alcance y consolide su desarrollo. Si bien esa es una tarea permanente, debe ser constantemente actualizada a las cambiantes condiciones del entorno en que se desenvuelve nuestro país.
Nuestro futuro necesita combinar seguridad y desarrollo. El Ejército, junto a la Armada y la Fuerza Aérea, conforman lo medular de nuestra estatura estratégica. El desarrollo de la defensa moderna implica incrementar los niveles de mando e interoperatividad conjunta.
El cuadro que surge del fin de la Guerra Fría aún no termina de estructurarse: han estallado nuevos conflictos y emergen diversidad de amenazas. Desgraciadamente, aún está lejano el momento en que todos los conflictos se resuelvan por la sola vía del derecho.
Chile busca contribuir a un orden mundial ordenado. Dicha contribución no se queda en los aportes diplomáticos. Cotidianamente, cientos de soldados chilenos participan en diversos esfuerzos de paz, por mandato de Naciones Unidas.
El país ha hecho un esfuerzo sustancial por modernizar nuestro potencial, lo que ha exigido un enorme esfuerzo de modernización en tecnología, doctrina y en recursos humanos. La preservación de dicho potencial es una tarea ineludible. Exigirá sostener la modernización educativa, y ello sobre la base de lo mejor de nuestra tradición en esa materia. Por muchos es reconocida la capacidad de nuestros oficiales del Estado Mayor, como también del aporte de nuestros suboficiales experimentados.
A pocos pasos de ser un país de 20.000 dólares per cápita, aún arrastramos serios problemas de distribución. Qué duda cabe, Chile necesita redistribuir mejor sus recursos. No sólo en el ámbito social, también en el geográfico. Urge expandir la fuerza del núcleo vital de la nación que hoy se congrega en la capital y su entorno, e irradiar presencia estatal, económica, demográfica y de infraestructura a todo el país, especialmente a las zonas extremas. Estos desafíos son para todo Chile y ello también involucra una cuota importante en la que el Ejército puede contribuir con sus capacidades, así como lo ha hecho recientemente en Visviri, Ollagüe, Lonquimay y Villa O'Higgins.
Por cierto, todo ello en el marco institucional de la República que renace de los dolores del siglo XX. Un Estado democrático, respetuoso de los DD.HH. y de la soberanía popular. En ese contexto se desarrolla el quehacer profesional del Ejército, ajeno a la contingencia, pero profundamente comprometido con Chile y su destino.
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