Histórico

Enrique Browne: "La arquitectura sustentable no es una moda"

El profesional es figura central de la XVII Bienal de Arquitectura, que partió ayer.

A los 22 años, el universitario Enrique Browne proyectó una ciudad utópica. Edificios de 60 pisos que en vez de departamentos tenían casas con grandes escalinatas, plazas interiores y, sobre todo, mucha vegetación. Un proyecto que no se concretó, pero sí marcó para siempre el destino del arquitecto.

Veinte años después, cuando aún nadie hablaba de sustentabilidad, Browne se volvió pionero en la utilización de materiales naturales y ahorro de energía. El proyecto que le dio fama definitiva fue el edificio Consorcio (1993). Diseñado con Borja Huidobro, la construcción ubicada en El Bosque al llegar a Tobalaba incluyó un sistema de capa vegetal que revolucionó los edificios de oficinas en Chile. Con 68 años y más de una treintena de proyectos construidos, el ganador del Premio Nacional de Arquitectura 2010 es una de las figuras centrales de la XVII Bienal de Arquitectura que se inauguró anoche en el Museo Histórico Militar. En el evento, que mezcla temas de arquitectura contemporánea con reconstrucción, Browne presentará parte de su obra y dictará una charla el sábado 27 de noviembre.

¿Qué significa para usted el edificio Consorcio?
Refleja una búsqueda de 35 años respecto de la doble piel vegetal. Se trata de una capa de aire intermedia, por donde sube el aire caliente, lo que disminuye el calor del edificio. Hasta ahora el edificio se comporta bien térmicamente y ahorra mucha energía. La misma gente del barrio está contenta, lo disfruta y eso es importante.

¿La arquitectura verde es una tendencia pasajera?
Hay una preocupación por el medioambiente que antes no existía. La arquitectura sustentable no es una moda. El ahorro de energía y el medioambiente llegaron para instalarse en el siglo XXI. Para mí, lo importante es usar la naturaleza, la vegetación, la tierra, el agua y la luz como materiales de construcción. La cortina de plantas protege como un brisolé de aluminio, pero lo hace mejor, porque cambia con las estaciones del año, es más natural y bonito.

¿Diría que su obra ha marcado a los más jovenes?
Uno aporta al nivel que puede, como arquitecto no es mucho, porque un edificio no es nada comparado a una ciudad. No me siento un visionario. Cuando apareció lo de la sustentabilidad, yo ya estaba metido en esto, pero lo hice porque me gustaba. En cada proyecto he ido variando y evolucionando mi teoría. Cada edificio ha sido como un proyecto de investigación. Si me adelanté a un tipo de solución, fue más bien por suerte. La suerte es muy importante en mi vida.

¿Qué lecciones dejó el terremoto?
Son varias enseñanzas. Todas las partes donde el maremoto entró, habían sido del mar. Creo que hay que dejarle al mar lo que es del mar. La arquitectura se portó bien, el terremoto fue de 8,8 y hubo como 500 muertos, algo bajo para lo que vivió Haití. En ese sentido, estamos preparados. Ahora quedan los desafíos de la reconstrucción. Para el terremoto trabajé en la costa de Arauco con un proyecto en la caleta Peyuhue. La prioridad es reconstruir los muelles y donde se reúnen los pescadores, pero hay que pensar más allá y ver el potencial turístico. En una ruta para visitar caletas, viñas y disfrutar del surf, que es muy popular en la zona. Hay que tomarlo como una oportunidad.

¿Cuál es el principal problema que ve en Santiago?
La periferia es muy deficiente, pero esto pasa a nivel mundial. Lo principal es que Santiago necesita definir, de una vez por todas, si opta por hacer ciudades extendidas -el modelo de EEUU-, donde se logran viviendas más grandes, pero viajes más largos y un sistema carísimo, o si se prefiere densificar la ciudad como se hizo en Barcelona, potenciando el transporte público. No me atrevería a elegir un modelo, porque no es mi rubro, pero creo que es vital elegir y decidir para dónde queremos ir.

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