Trikini: El traje de baño más fashion
<img height="15" alt="" width="50" border="0" src="http://static.latercera.cl/200811/193770.jpg " /><br /> <p>Más glamoroso que un bikini o un traje de baño entero.</p>

Chicas muy jóvenes y fashionistas o, bien, treintañeras y cuarentonas con cuerpos fibrosos trabajados en estudios de pilates. Ese es el nicho en el que prende con fuerza el insinuante trikini, según cuenta Laura Novik, directora académica de la consultora NúcleoModa.
Este bañador, cruce entre bikini y traje de baño de cuerpo entero, reinó en playas de Saint Tropez y Cannes en los años 70, íconos de la Costa Azul en tiempos en los que las chicas del momento –como las trendsetters Úrsula Andress y Brigitte Bardot– lucían sus cuerpos exuberantes y bien formados. Ellas usaban bikinis y trikinis, acompañados de los accesorios de rigor: maxigafas en plástico de colores y sombreros de ala ancha.
Hoy, los trikinis están de vuelta: los medios de comunicación europeos registraron su presencia bajo el sol mediterráneo del verano 2008 y las más importantes casas de moda internacionales –entre ellas, Versace e Yves Saint Laurent– les dieron aires ochenteros y los incluyeron en sus colecciones recientes. También se vieron mucho durante la temporada pasada en las playas argentinas, donde se suele marcar la pauta de lo que se usará en el resto del continente. Y están presentes, cómo no, en las propuestas de bañadores que ofrecen las boutiques nacionales más exclusivas para esta temporada.
El trikini se caracteriza por la presencia de tela entre las piezas superior e inferior de un bikini. Las versiones más sexies profundizan el escote hasta el ombligo y exigen pechos perfectos, empinados. Los diseños setenteros, muy en boga, incluyen argollas de madera o metal en las caderas, en el escote o en la zona abdominal. Los estilos greco-romanos incorporan drapeados o dejan un hombro descubierto. Las opciones más alternativas, en cambio, tienen amarras y nudos que enmarcan la silueta con una coquetería de reminiscencias sutilmente orientales.
La idea es vestir el cuerpo con curvas que invitan al ojo a recorrer la silueta y descubrir dónde hay piel descubierta. Una apuesta sugerente y provocativa, muy sexy, que permite a sus creadores trabajar con más libertad de la que ofrecen los bañadores tradicionales. Las posibilidades son infinitas.
Según Laura Novik, el trikini tiene su origen en el trabajo de uno de los diseñadores más rupturistas de los años 60 y 70: Rudi Gernreich (1922-1985).
Nacido en Viena y radicado en Estados Unidos, partió creando vestuario para espectáculos de danza y, por lo mismo, siempre tuvo una especial sensibilidad con el cuerpo y sus movimientos, a diferencia de otros diseñadores que cometen el error de percibir a los consumidores de moda como simples maniquíes. Gernreich pasó a la historia por tres causas: su rol como activista gay, su constante experimentación como diseñador –fue el primero en usar vinilo y plástico en ropa– y por una creación específica: el monokini.
Se trataba de un traje de baño en tejido de punto que consistía en una suerte de calzón grande del que salían dos tirantes que se sujetaban detrás del cuello, dejando los pechos al aire. Luego de crear esta revolucionaria pieza en 1964, Gernreich continuó investigando con los trajes de baño y así dio forma, en 1971, a uno de los primeros trikinis de que se tiene registro: el Rouault, cuya fotografía en el cuerpo de la famosa modelo norteamericana de los años 60, Peggy Moffitt.
CUÁNDO Y CÓMO
El trikini es una de esas prendas que entra de a poco en la moda, sin imponerse con facilidad o en forma masiva, especialmente en una cultura como la chilena, donde se prefiere la ropa de cortes y colores más bien tradicionales. Por eso, se ha visto sólo desde hace algunos años en varias colecciones, sin que se convierta en un boom.
Sin embargo, cada vez gana más aceptación, gracias –en parte– a que la moda actual permite la convivencia de muchas tendencias en forma paralela, y así da espacio a diferentes opciones para lucir junto a la piscina. Cubrir el cuerpo con trapos diferentes, llamativos, ya no es tan raro como lo era hace una década.
Andrea Bakulic, quien lleva años vendiendo trajes de baño bajo la marca Lemonaki, ha observado este avance lento pero seguro en sus ventas, y lo atribuye también a un cambio en la personalidad de las chilenas. "Les cuesta un poco atreverse, pero se están arriesgando más", dice. "Cada temporada noto un poco más de interés por los trikinis. Tiene que ver con que la mujer chilena está más segura de sí misma, con ganas de verse bien".
Una de las principales quejas de las mujeres es que el trikini exige cuerpos demasiado perfectos, como el que tendría una chica Bond. "Me gustan mucho, porque tienen más elegancia y más glamour que un traje de baño entero y son mucho más fashion que un bikini, pero son elitistas: sólo se los pueden poner quienes andan siempre a la moda y las que tienen buen cuerpo. Si estás entradita en carnes o en edad, mejor lo olvidas", afirma la productora de moda Anahí Miralles, ex editora de moda de revista Paula.
Pero no todas las fashionistas están de acuerdo: hay quienes creen que el trikini puede ayudar a disimular ciertos defectos. Como Majo Arévalo, gestora del visitado blog de moda callejera Viste la calle, quien cree que forman mucho mejor la figura de una mujer que el traje de baño normal, "porque al tapar parte del estómago y dejar al descubierto los costados, dan la sensación de que el cuerpo es más curvilíneo de lo que en realidad es".
En lo que parece haber consenso es en que se trata de una prenda nefasta para tomar sol, porque deja el cuerpo con muchas marcas, pero muy útil cuando se necesita tapar defectos puntuales en la piel, como las manchas, estrías o cicatrices.
Además, existe en ciertos círculos el temor a que se vea vulgar. Una idea que, probablemente, se fundamenta en una asociación entre estos trajes de baño y cierto tipo de modelos admiradas por sectores medios-bajos de la sociedad, quienes los han usado en fotos o en eventos, con dudosos resultados estéticos. Pero, según Andrea Bakulic, es fácil evitar que un trikini se vea ordinario. Su consejo es optar siempre por los modelos en los que la forma sea más importante que la textura o el estampado. "Es vital que un trikini no sature la vista", concluye. "Un trikini de lúrex, estampado y con lentejuelas, se ve vulgar. El trikini cool tiene colores opacos y no está recargado con accesorios o detalles innecesarios".
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