Por Guillermo LarraínEstable dentro de la mediocridad
Fue sorprendente oír a Gabriel Palma, reconocido economista heterodoxo de Cambridge, añorar el crecimiento de los noventa. Sin embargo, esa percepción es común entre economistas. ¿Por qué?
El crecimiento tendencial ronda el 2,5%. Si se mantuviera hasta 2036, generaría PIB adicional por US$ 103.000 millones respecto de 2024: US$ 61.700 millones irían al trabajo y US$ 18.300 millones al Fisco. Pero si en la década la economía creciera al 4%, el trabajo recibiría otros US$ 45.000 millones y el Fisco US$ 13.400 millones extra.
Crecer durante una década al 4% en vez de 2,5%, aumenta un 73% los recursos para los trabajadores y el Estado. Si el mayor crecimiento durara solo un año, estos recibirían una décima parte de lo que generaría un crecimiento sostenido. Chile necesita crecimiento potencial, no un boom transitorio.
De tres maneras un programa puede generar crecimiento de corto plazo y no de largo. Una es que no haya una política de crecimiento sino solo un programa de demanda. Otra es que las políticas de crecimiento no tengan consenso suficiente y el riesgo de que se reviertan les quita eficacia. Finalmente, las reformas no económicas pueden generar incertidumbre social y política y ello postergue decisiones de inversión.
Al examinar los programas, cada uno a su manera arriesga solo contribuir con crecimiento transitorio.
En el caso del de Kast, los mercados lo han recibido con complacencia lo que refleja más cercanía ideológica que análisis frío. Su programa es optimista. Supone que el efecto negativo del excesivo ajuste fiscal será contrarrestado por un bono de confianza que elevará la inversión. Apuesta arriesgada. Para el largo plazo, el programa supone, primero, que reforzar la seguridad dará mejores condiciones para la inversión, pero Chile no es El Salvador y el problema de seguridad es distinto del de Bukele. Además, el componente inmigración es irrealizable. Dos, habría más diligencia en la gestión de permisos, pero la fase que sigue en permisología es la ambiental. Esta es más compleja social y políticamente, con múltiples frentes de conflicto. Tres, menores impuestos debieran inducir más inversión, pero con incertidumbre al alza, la baja de impuestos puede no tener el impacto deseado.
Del lado de Jara, el ingreso vital puede generar demanda, pero no se puede soslayar que una candidata comunista induzca inicialmente postergación de inversiones. Esto es porque no es claro qué rol jugaría el PC. Incluso si fuera secundario, no puede serlo en todo. En algún sentido la candidata debe adoptar alguna política cercana al PC, pero cuál. Si bien sus ideas de desarrollo productivo son cercanas a teorías de innovación, estas toman tiempo, requieren persistencia y participación privada.
Las candidaturas no han mostrado una estrategia coherente de crecimiento tendencial. Si no lo hacen, Chile seguirá “estable dentro de la mediocridad” y habrá que ver cuánto tiempo y cómo pueden seguir coexistiendo mediocridad y estabilidad.
Por Guillermo Larraín, FEN Universidad de Chile
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