Opinión

Falacias argumentales

Falacias argumentales

En el campo en que nos desenvolvemos los abogados -particularmente entre quienes negocian o litigan ante los tribunales- es común que se enfrenten razonamientos opuestos. El arte de la retórica jurídica consiste, precisamente, en admitir que unos mismos hechos y leyes puedan ser presentados bajo diferentes interpretaciones, proponiendo al sentenciador un razonamiento bien fundado que le sea útil para resolver la controversia. Entorpecen la comprensión de los jueces las llamadas falacias argumentales. Una falacia es un argumento lógico que, pareciendo auténtico y racional, es, sin embargo, falso. La inteligencia, la capacidad de expresión, el dominio de las emociones, el manejo de detalles en un tema complejo y hasta la astucia, son grandes productoras de falsedades jurídicas o apariencias del buen razonamiento.

Al contrario de lo que ocurre en otras disciplinas, como la psiquiatría, donde se contribuye a la verdad para descubrir una patología y sanar a un individuo que experimenta alguna perturbación o sufrimiento, en la abogacía es posible administrar la realidad con límites muy difusos, recibiendo sanción solo casos extremos como la temeridad, la difamación o la mala fe, el engaño o la falsificación, que constituyen excesos punibles. Las falacias argumentales, en cambio, son desviaciones más sutiles de la racionalidad, una manipulación de la lógica y de la emoción, la mayoría de las veces difíciles de identificar. Ello se ha presentado, por ejemplo, cuando el abogado abusa al exponer públicamente la situación de una familia quebrantada o el de unos herederos que se sienten preteridos. La descripción de los hechos, la administración de las emociones y la interpretación de la ley, pueden perfectamente servir para mostrar un caso aparentemente plausible, pero falso. Resulta, por desgracia, habitual ver en la prensa que abogados pregonan que fulano tiene una conducta inmoral, que obró a sabiendas del engaño, que ha causado grandes daños. Múltiples medios de comunicación o redes sociales hoy están disponibles para ser manipulados, desatar influencias, formar opinión. Con ello se corrompe el fundamento de la racionalidad y se pone en peligro el sistema de justicia.

La retórica jurídica es una de las formas más nobles de exponer un razonamiento lógico para persuadir a un juez. Sobre ella, sin embargo, se cierne la amenaza de las falacias. Advertir sobre estas es indispensable, pues se ha vuelto común atacar a las personas en vez del argumento como medio para validar un razonamiento propio; es repetida la fórmula de caricaturizar o distorsionar la posición del oponente, emplear argumentos deliberadamente ambiguos, suprimir referirse a las pruebas, aprovecharse del título como evidencia de veracidad.

Esto no honra la profesión del abogado ni conduce a una buena administración de justicia. El arte de debatir y fundar las conclusiones con seriedad y corrección, si bien es la regla general, puede opacarse. Resistirse a los argumentos falaces es un deber social.

Por Álvaro Ortúzar, abogado

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