
Incompetencia

¿Cuántos amigos del Presidente Boric se necesitan para cambiar una ampolleta?
Uno convoca una mesa de trabajo, otro inventa un subsidio que no llega, otro culpa al gobierno anterior, y el Presidente sale en televisión a hablar de una “sinvergüenzura tremenda”, como si los chilenos no sintiéramos vergüenza por la gestión de su gobierno. Porque respecto de las alzas de la luz, no hay chivo expiatorio posible: el error, el abuso y la indolencia son obra exclusiva de su propio gobierno.
La Comisión Nacional de Energía aplicó dos veces el IPC en el cálculo de las tarifas eléctricas. Dos veces. Un error que cualquier egresado de Derecho habría detectado, pero que la élite gobernante, tan segura de su supuesta superioridad moral e intelectual, no vio. O no quiso ver. El resultado es un escándalo: sobrecobros por más de 112 mil millones de pesos, alzas en las cuentas y un golpe directo a la inflación. Millones de chilenos pagando de más por un error aritmético del gobierno actual.
Diego Pardow cayó, como era inevitable. Pero la renuncia no borra la vergüenza. Porque lo que aquí se desplomó no fue solo un ministro, sino que se ratificó la incompetencia de un gobierno que confunde gobernar con improvisar. Nadie revisó, nadie fiscalizó, nadie asumió. El error no lo descubrió la CNE, ni el ministerio, ni el Presidente: lo detectó la Superintendencia de Electricidad y Combustibles, casi por accidente, luego de años de omisión. Así de profundo es el nivel de ineptitud. Y pese a que asumió un biministro de Economía y Energía, ahí seguirán los asesores cercanos a Pardow y aquellos funcionarios de gobierno que, en vez de hacer su pega, trabajan para el comando de la candidata de la continuidad.
Mientras tanto, los hogares más pobres son los primeros en sentir el golpe. Para ellos, la electricidad no es una variable regulatoria, sino la diferencia entre comer fresco o perder la comida; entre estudiar con luz o hacerlo a oscuras; entre abrigarse o congelarse. Durante este gobierno, la cuenta de la luz ha subido más de un 60%. Y ahora resulta que, además, deben financiar los errores del Estado.
El Presidente, en lugar de pedir perdón, reaccionó con la misma indiferencia de siempre. Porque la verdadera falta de vergüenza es seguir hablando de justicia social mientras les cobran de más a los más pobres. Es salir a pontificar sobre empatía mientras se mira para otro lado cuando la gente no puede pagar la cuenta. Es encubrir la torpeza con tecnicismos, como si el problema fuera una fórmula mal escrita y no la incompetencia de un conjunto de operadores amateur que no saben ni sumar.
El discurso oficial intenta disfrazar el desastre con palabras elegantes: “Ajuste tarifario”, “problema metodológico”, “revisión técnica”. Pero traducido al lenguaje común, significa lo siguiente: cientos de miles de chilenos pagaron boletas infladas por culpa de funcionarios que no hicieron su trabajo. Lo más grave no es el error, sino la respuesta. En vez de transparencia, hubo excusas. En vez de soluciones rápidas, hubo cálculos políticos.
Se habló de “devolver el dinero”, pero sin plazos, sin mecanismos, sin urgencia. Como si la gente pudiera esperar. No entienden que para una familia que vive con el sueldo justo cada peso de más duele. Y cuando ese peso se va a pagarle la ineficiencia a un burócrata, el dolor se convierte en rabia.
Este gobierno se acostumbró a no rendir cuentas. Prometió ser distinto, pero actúa igual o peor: sin preparación, sin humildad, sin respeto. Llenaron el Estado de operadores y lo vaciaron de competencia. Convirtieron los ministerios en trincheras ideológicas y los servicios públicos en oficinas de improvisación.
Pagamos una electricidad más cara porque el gobierno no sabe calcularla.
Pagamos una inflación más alta porque no saben controlarla.
Pagamos sus errores, sus discursos y sus viajes.
Chile no está a oscuras: está pagando de más.
Pagando por la soberbia, la incompetencia y la desconexión de un gobierno que ya no gobierna. Pagando por los que llegaron a “cambiarlo todo” y ni siquiera fueron capaces de reparar en un cálculo básico. Pagando por un conjunto de operadores que llegaron a aprender al gobierno y que, al final, reprobarán por su indolencia e incompetencia.
Así que la pregunta sigue en pie:
¿Cuántos amigos del Presidente Boric se necesitan para cambiar una ampolleta?
Ninguno. Porque ni saben cómo hacerlo ni tienen la vergüenza de reconocer que su gobierno ha sido un desastre y que lo único que esperan los chilenos es que abandonen pronto La Moneda. Quedan 143 días.
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