La ciudad infiltrada: ¿Agrado o informalidad?



Por Gabriela Ulloa, subdirectora del Observatorio de ciudades UC

El ministro de Vivienda y Urbanismo, Carlos Montes, señaló esta semana que es necesario terminar con el desastre de las parcelas de agrado, esto, en el contexto del desafío que significa el encontrar soluciones habitacionales para más de 260 mil hogares en Chile.

Las divisiones y parcelamientos “de agrado” son paños que al encontrarse en zonas rurales deben ser dedicados a la agricultura, pero que en la práctica se han estado subdividiendo ilegalmente, en lotes de 300 y 400 metros cuadrados con fines habitacionales. Este fenómeno se ha dado al alero del DL 3.516/80, decreto que permite la subdivisión de tierras rurales en hasta 0,5 hectáreas para uso agrícola, pero que en la práctica no deja rentabilidad, por lo que se genera un vacío legal en términos de su ocupación.

A partir de esta contradicción, se fue produciendo un avance en la urbanización de espacios rurales carentes de regulación, donde han llegado empresas inmobiliarias que compran estas tierras a bajo precio y construyen condominios que logran captar las necesidades de los habitantes de la ciudad, quienes buscan escapar de las desventajas que representa la vida urbana, ya sea por los altos niveles de contaminación, congestión o inseguridad. Lo anterior se suma a los altos precios del suelo urbano, que han generado una demanda explosiva por habitar fuera de la ciudad.

Así, se está “haciendo ciudad” fuera de los límites urbanos que son determinados por los planos reguladores. Sin embargo, como bien señala el ministro, este parcelamiento se corresponde con un asentamiento informal, ya que quienes compran estos paños no tienen agua potable y no pagan sus contribuciones o el retiro de su basura, pero sí exigen redes sanitarias y mejora en ejes viales. El resultado ha sido el surgimiento de una suburbanización informal que va cubriendo el espacio rural, dando lugar a lo que la académica Gloria Naranjo señaló en su momento como “La ciudad Infiltrada”.

La ciudad infiltrada hace referencia a que los habitantes de estas parcelas tienen un nexo permanente con los entornos urbanos: en definitiva, quienes habitan las parcelas de agrado adoptan modos de vida eminentemente urbanos, aun encontrándose en el entorno rural. Esto es sumamente complejo y muchas veces deriva en conflictos territoriales en cuanto a los usos de suelo, consumo de recursos y formas de habitación; lo que se debe, entre otras cosas, a que las parcelas de agrado tienden a demandar otro tipo de infraestructuras y comodidades que, por motivos obvios, no se dan comúnmente en el ámbito rural.

Finalmente, los “infiltrados” urbanos, que bien pueden estar buscando tener una conexión con la naturaleza, pasan por alto los riesgos ambientales potencialmente irreversibles en el entorno natural, ya que estas parcelaciones aumentan la pérdida de tierra agrícola, el consumo de agua y el costo de implementación de infraestructura urbana permanente; dificultando además la integración y cohesión social con las comunidades locales.

Las parcelas de agrado son espacios disruptivos dentro del paisaje rural y el congelamiento del instrumento que permite su desarrollo se corresponde con un avance hacia un proceso de urbanización justo no solo con el medioambiente rural, sino que justo para todos y todas quienes hoy no pueden acceder al agrado y se ven forzados a habitar informalmente a la espera de soluciones habitacionales.

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